Miguel Rubio Artiaga

No hay mayor pasión amorosa
que yo conozca en el Mundo
incluidos los animales humanos
que la hembra de Mantis Religiosa,
la que siempre parece rezando
juntas en palmas las patas delanteras.
Llevada por la excitación
se va comiendo el amante
comienza por la cabeza
y siempre dentro de ella
acaba con las partes genitales.
No nos quejemos los hombres
que por lo menos
nos llevamos puestos a casa
los testículos y el cipote
aunque podamos perder la cabeza.