Y ASÍ SE CUENTA LA HISTORIA: «El Noa Noa de la vergüenza»

Ítalo Costa Gómez

 

 

 

 

Todos tenemos nuestra mala música amada. Esas canciones que sabes que no puedes catalogar como buenas pero que a ti te cuentan una historia bonita, te hacen tonear o te ponen de buen humor – el Aserejé ponte – y entonces las tienes ahí a la mano bien escondidas dentro de Air Supply o AC-DC. Chequeo mi lista de canciones rochosas y aparecen “El siqui siqui” de Euforia o “Que triste es el primer adiós” de Biby Gaytán. Todo está bien mientras Ruth Karina cante bajito porque es música que ha nacido para estar caleta. Este secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá y así seguirá la felicidad hasta que un día salga todo a la luz, como me pasó a mí.

Muchas veces he tenido que trabajar en coliseos o en auditorios grandes, comúnmente asesorando a expositores en una charla y los ayudo a armar sus PPTs y me encargo del look de su exposición y todo muy bien.

Cuenta la historia que en una ocasión yo ya llevaba escuchando la misma charla como por quinta vez ya que este periodista y yo ya habíamos trabajado juntos muchas veces y no quería soplarme de nuevo su floro. Ya era ‘too much’ por lo que decidí abrir la laptop en la última fila y adelantar chamba de la siguiente semana, pero con cara de circunspecto para que parezca que estoy “anotando” las mejores ideas. La convocatoria había sido un éxito, todos los sitios en el aula estaban llenos. Yo estaba bien seriecito tipeando y cuando supuse que la oscuridad era mi aliada me puse los headphones.Habían pasado ya veinte minutos donde reinaba el más absoluto silencio, mientras que mi compañero estaba exponiendo, cuando en eso me agacho a recoger no sé qué cojudez y se desconectan los auriculares de la computadora y empieza a sonar a todo volumen y en calidad HD el trío Pandora:

“Me gusta como llevas el ritmoooooooooooooo… me gustaría bailar como tú – como tú – Me gusta cómo llevas el ritmoooo uuuuuuu me gustaría bailar como tú – como tú – pero no, no no… pero no, no no. Yo no sé, yo no sé, yo no séeeeee…”

Puta madre. Primero que todos se empezaron a atorar de la risa mientras que volteaban a verme y como me puse nervioso y encima estaba a oscuras no podía enchufar la mierda y las mexicanas seguían:

“Vamos al Nooooooaaaa, Noaaaaa… Noaaaa Noaaaaaaa….. Noaaaaaaaa Noaaaaaaaaaaa”

Plin carajo, cerré la lap top. Me invadía una sensación espantosa. Quería retirarme aunque era más roche. Entonces me senté con cara de cojudo, pedí disculpas y miré a mi compañero expositor que de hecho estaba recontra molesto conmigo, primero por cagar el feeling serio de la convención y segundo porque no había prestado un carajo de interés a lo que él estaba diciendo. Los otro veinte minutos fueron una tortura china porque no podía poner cara de atento porque me veía más falso que Alejandro Toledo diciendo que todo de lo que se me acusa es una “venganza por la Marcha de los Cuatro Suyos” y segundo porque yo sentía que todos estaban tarareando el “Noa Noa” de las Pandora en lugar de prestarle atención a mi colega.

[Me gusta cómo llevas el ritmooooooooooooo, me gustaría bailar como tú… ¡COMO TÚ!]

Fue absolutamente bochornoso, mis irreverentes coronavirulos. Cuando escuches tu mala-buena música preferida asegúrate de que estén bien enchufados los audífonos o mejor espérate a estar solo. No vaya a ser que se desconecten y la cagada.

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