Ítalo Costa Gómez

Yo no seré Erick Osores, pero me encanta alentar a la selección con furia loca, ¿qué te parece? Me pinto la bandera rojiblanca en la cara, lloro con el himno y todo el feeling posible que equilibre lo malo que soy jugándolo.
Yo he sido ajeno a conocer futbolistas porque no voy al estadio ni forman parte de mi círculo de amigos. Sin embargo, en la época oscura del balompié nacional ellos estaban muy cercanos a las juergas y a las vedettes y yo trabajaba con varias de ellas y quise recordar junto a ustedes cuando me fui de “rompe y raja” con dos peloteros. Así como lo estás leyendo.
Cuenta la historia que corría el año 2013 y «Baño de Mujeres» – la polémica obra teatral donde la vedette del momento o la modelo escandalosona enseñaba las tetas para el regodeo de la prensa nacional y de los mañosinis – estaba en su mejor momento en lo que era el Teatro Julieta en Miraflores.
Salimos de función y una de las protagonistas nos dice para ir todos a “Son de Cuba” a bailar salsa, que no nos preocupáramos por nada, que había auspiciadores de lujo: Dos futbolistas conocidos a nivel nacional más por sus borracheras que por sus laureles deportivos. Patitas pa qué te quiero. Vamos todos a salsear.
Estábamos de pronto todos en zona VIP bailando «🎵 ven y baila chula, ven y mueve tu cintura que tú la mueves como ninguna 🎵» cuando en eso entraron los dichosos futbolistas. Ni me acuerdo los nombres (sí me acuerdo, pero me hago el sueco). Uno era bien alto y negrito y era arquero en esos tiempos, muy zapatón él. Saquen su línea pero no mencionen nombres a menos que tengan con qué pagar la demanda.
La mesa se colmó de licor. Dieron la orden de que nos sirvan lo que sea que pidamos y nosotros que no queríamos. Las bataclanas de mis amores (con cariño a las colegas) estaban trepadas en las mesas y los demás sampados mal. Las botellas de whisky y champán iban y venían.
Todo estaba bien hasta que llegó el pata de la puerta con cara de trauma.
– Las cámaras de Magaly están afuera. Cuidado qué por ahí nos hacen el avión y entran.
Me cago echado. De veinte personas que éramos en ese grupo, diez eran figuras públicas conocidas. Los futbolistas se encerraron en la oficina de los dueños a la velocidad de la luz y las bailarinas recuperaron compostura en una. Efectivamente entraron las cámaras de los famosos «urracos» del programa «Magaly Te Ve». Las chicas declararon las tres huevadas que siempre decían insultando a la porrista aquella y a la de más allá y disimularon el chongo.
Una amiga actriz (una de las pocas que sí podía llamarse actriz en ese elenco loco) me dijo:
– «Esto pinta pésimo. Si nos hacen pagar la cuenta nos vamos presos todos. ¡Vámonos cojudo, pero para ayer! Ya te veo lavando los platos.»
Salimos disparados por la sombrita y cuando nos reencontramos todos a la función siguiente en el Julieta nos contaron que los patas se quedaron encerrados hasta las siete de la mañana en el local y que se camuflaron a más no poder para irse sin llamar la atención. La prensa deportiva los hacía leña y querían evitar más escándalos.
[Ninguno de esos peloteros está vigente hoy (ni sus compañeritos) y por eso estamos con la fe renovada. Cuevita, no me abandones. Orejas, eres tan tierno que creo que te amo]
Gracias, juerguerillos del pasado, por los traguitos y todo. Ustedes y yo sabemos que el deporte no era su camino. Al menos no el que disfrutaban más. En otra vida, seguramente.
