María del Carmen Rodríguez Schanton

Alameda en otoño (1884)-Vincent Van Gogh
Fin de fiesta, atardecer.
Llega el previsible llamado,
lo estaba esperando.
El reclamo de gélido murmullo,
ese frío y cortés dedo,
señalándome el camino.
Lo sé,
debo retirarme en silencio.
Sin lucha y al amparo de la noche,
la más larga de las noches.
Hay que ceder, lo sé,
desde adentro y mansamente.
Porque así es,
porque así debo,
porque así siempre.
Pero en un descaro que me nace,
de rabia callada e insolente.
En una última rebeldía.
¿Por qué no?,
Me visto de colores,
los mejores y más hermosos,
los que tengo,
los que brillan y relucen y dicen que,
aún en retirada,
puedo gritarle al mundo mi belleza roja,
y morada,
mi amarillo crujiente,
mi fragante ocre.
Puedo regalarme, entero.
Puedo explotar sin daño.
Puedo brillar,
casi sin luz.
Puedo.
Aún puedo.
