Carla Demark
Robamos el atardecer un verano:
lo descubrimos cuando quemaba
el silencio del campo.
Lo atrapamos en el horizonte,
mientras abría hacia el oeste
sus naranjas manos.
Cayó valiente y vigoroso,
penetró la tierra desde lo alto,
se fundió en la penumbra de la noche
y agotó su mejor fuego
en nuestros brazos.
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