Miguel Rubio Artiaga

El obispo estaba preocupado
lo había oído málamente en la radio
pero por mucho que se buscaba
no se encontraba el clítoris.
Se volvió a bajar la sotana
y pensó para él
¡Lo que llegan a inventar
los científicos para
no aceptar la Verdad Rebelada!
Aún así preguntó
por saber algo más
de sus servidoras monjas
a la más ilustrada.
¡Hija mía!¿Que sabes del clítoris?
La casada con Dios,
quedó boquiabierta
y de la impresión
se le cayeron las bragas.
¡Su Santidad,mida usted
sus palabras!
¡Yo si quiere se lo enseño
pero por Santa Gertrudis
esas no son maneras
de tratar a una célibe
que pretende ser santa!
Ahora era el obispo
el que no entendía nada.
¡Mira hija da igual,
lo miraré en la biblioteca
de obras censuradas!
