Desnuda, dos veces desnuda

Miguel Rubio Artiaga

El rapto de Proserpina [Detalle] (1621-1622)-Gian Lorenzo Bernini





Le acaricié la espalda, despacio,
los suspiros, ecos relamidos,
de mujer plena y satisfecha.
Desnuda, dos veces desnuda,
de pie, con los ojos vendados en seda,
con las dos manos atadas
en cruz, entre los altos pilares
del cabezal alzado de mi cama.
Me apreté contra ella,
le lamí con la lengua
las gotas de sudor.
Lágrimas esclavas, en su cuello.
Se estremeció.
Era lujuria de años liberada,
sensualidad animal y desesperada.
Abarqué sus pechos con las manos.
Un gemido, un dejarse caer al vacío,
al pellizcar despacio sus pezones,
y acariciar su clítoris agigantado.
Me puse frente ella, le quité el pañuelo,
mis ojos directos a sus ojos.
Le susurré,
¿Quieres seguir?
Asintió con la cabeza, con la mirada,
con el deseo de una gata encelada.
Asentí y despacio, marcando mis pasos,
la rodeé unos metros lentamente.
Me regalé la vista, con la escultura más hermosa.
Aun tenía sobre todo su cuerpo,
las azucenas rojas, que sobre ella había vertido
con un vela vergonzosa y sonrosada.
Eran sólo vestigios sobrevivientes de cera roja
los que impertérritos quedaban,
sobre las tenues marcas, de su espalda azotada.
Como una brisa insinuante,
le susurré al oído.
Ya los conoces. Del uno al diez.
Con voz queda me dijo, !Seis!.
De acuerdo, dame las gracias.
Cogí el látigo de crines entrelazadas,
uno……………gracias
dos…………….gracias
tres…………….gracias
Tres suspiros lentos, satisfechos,
tres marcas rojas saboreadas,
cuatro………..gracias
cinco………….gracias
seis…………….gracias
La mezcla de dolor y placer
es un mezcla afrodisíaca,
llena de secretos antiguos
y sensaciones mágicas.
La desaté y la llené de besos
ella contra mí, ebria de lujuria,
de sensaciones encontradas.
Puso los ojos en blanco,
en una explosión de sentidos,
al sentirse penetrada.
Un baile de caderas, agarrado,
Una entrega absoluta,
dos amantes enlazados por hilos de oro,
en una pareja enamorada.
La erupción de dos volcanes, sincronizada.
Nos acostamos juntos los dos
y sin importarme el mundo
me convertí con los ojos cerrados,
en esclavo sexual de su mirada.
Satisfechos, enamorados y dormidos
nos encontró sonriente, la madrugada.

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