Laura Mastracchio
No hay límite de nostalgia;
son húmedos los ojos
de la tarde en la ciudad.
Las nubes van dejando caer,
en finísimo susurro, el ritmo
de sus voces cristalinas.
Sobre las calles
revestidas de otoño
se ve a las almas andar
encogidas de hombros;
sus deseos tiritan
bajo el manto nocturno.
Mientras de besos plomizos
se empañan los rostros
apresuran el paso
caminantes de turno.
.
No hay límite de nostalgia;
son húmedos los ojos…