Harry Rainmaker

La Sindi era la nueva sensación en el burdello de Mamma Rosa. Los bucales con ella valían el doble, pero es harto justificada la liberalidad. Era una de las pocas pupilas que no hacía domicilios y casi exclusivamente atendía bajo la modalidad que le daba fama.
Se había iniciado en la prostitución de agria manera, una noche de verano cuando el padrastro de su media hermana, la violó borracho. Junto con la miseria, el dolor y el llanto, le dejó sobre la mesita de luz unos billetes arrugados. Al principio pensó en romperlos, pero cuando le pasó la angustia se compró un vestidito y le gustó.
Un indeseado embarazo adolescente que la descalcificó hizo el resto. El resto es, claro, privarla de todas sus piezas dentarias. Porque la Sindi es «la sin dientes».
Justo me toca mi turno. Gracias.
