Miguel Rubio Artiaga
Hay veces que te veo el alma…
cubriendo la piel,
brillar en tus pupilas,
convirtiendo en cristal espejado,
la alegría de tu mirada.
Otras, noto tus caricias
en mi interior,
entonces, ya no soy yo,
poseído por tu magia.
Tus manos, capaces
de parar el tiempo,
solo con rozar
mi celo en viva brasa.
Tus manos de amante puta
y tus manos proletarias
de compañera de senda,
al abrazamos fuerte
cuando las duras jornadas.
Tu presencia de sombra alegre,
el descaro de una risa franca
y la humedad de tu esencia
entre sábanas desbocadas.
Dos volcanes tus pezones
notar, como endurece su lava
y crecen buscando mis labios,
al ritmo de unas caderas
que repiten danzas arcaicas.
Hay veces que somos tres
cuando el amanecer, con la Luna,
nos encuentra compartiendo almohada.
La Luna voyeur por naturaleza
ilumina con una sonrisa
nuestra pasión entrelazada.
Tus senos nunca más bellos,
tu cabello tintado de loto negro
reflejados en su luz pálida.
El rumor de tu silencio
acompañado del mío
juntos en la misma tonada.
Cuatro labios cerrados
y los leves susurros
de una pareja enamorada.
No necesito más.
El mundo entero
está encerrado
en una sola de tus lágrimas.
No sé más,
sólo que a veces al mirarte
te veo el alma.
—–
Poema de “La Rosa de Siria”, de Miguel Rubio Artiaga