Leonardo Vinci
Otra vez algo que dice recordar. Otra vez el viejo mar suicidándose una y mil veces y otra vez. La mirada sin eones, imposible, deambulando como un enfermo por los charcos del sueño. Vasta la bóveda arcangélica abarca con su voz azul dos senos en rezo; y la luna como un puñado de amarantos blancos, temblequea desnuda sobre el agua o entre dos hombros cónicos. La boca seca, otra vez, asir las innumerables crines del pensamiento contrariando al viento; y rotar mil veces como la muerte, rotar en elipses una Venus entre las manos, levigando el oro sobre el cráneo jade de la noche. Otra vez fuera de mi boca el chocolate que derraman tus ojos; esa incontenible hasta el cansancio ganas de llorar sobre las alas rizadas de combustiones y tormentas. Una calle mojada refleja a contraluz las espinas que preceden a los pétalos; se precipita otra vez el aliento sobre la nebulosa del tiempo; y la oscuridad es un tropezarse constante con tu cara entrecortada, urdida, entre las trenzas de una alucinación.