Ajedrez

Miguel Rubio Artiaga

ajedrez

Soy la Reina y soy la muerte
y también el peón suicida
que veloz se interpone
en la diagonal de un alfil
que apuntaba al Rey, certeramente.
Soy el caballo que salta de lado
y que emboscado espera
el descuido de una torre,
anclada en su rol centinela,
que sabe acabará en sus redes.
.
El tablero pintado por un tuerto,
que queriendo pintarlo blanco,
se equivocaba de ojo bueno
y eso sí, con mucho cuidado,
le salió la mitad, en cuadros negros.
.
Soy el Enroque Siciliano,
una fortaleza inexpugnable,
firme sobre su muralla firme
como el mismo Muro de Adriano.
El reloj, tenaz e implacable
que te empuja a jugar
y se incrusta en tu cerebro
con el, Tic Tac trepanador,
de su sádico ritmo endiablado.
.
Yo soy la salida de blancas
y el fantasma de Capablanca.
A veces, el soldado prescindible,
el preso voluntario
y la estrategia equivocada.
.
Soy la Dama y mi corte
es la verdadera y no la del Rey,
siempre cobarde en la lucha,
dispuesto siempre a las tablas,
con una guardia pretoriana,
escondiendo su temblorosa figura.
.
Soy el ordenador que ganó a Kasparov
y las dos torres que un niño
superpone, para que en sus juegos,
haga de flamante cañón.
El combate ordenado en filas
de un ejército de dieciséis guerreros
a las órdenes de cuatro gigantes,
que moviéndose en el tablero
son, como Samurais de katana asesina.
Al cruzarse con la Reina al medio
y con ella de comandante,
luchan a muerte por el centro del tablero,
provocando el final, Jaque Mate.
.
Queda la silueta de un Rey caído,
que ha rendido el estandarte.

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