Adriana Lisnovsky
Mirá si habrá sido desagradecida. ¿A vos te parece? Qué a mí, a mí, con lo que fui para ella, me haya hecho una cosa así. Correntina tenía que ser. Y sí, uno piensa que son como nosotros, pero éstas llevan el cuchillo bajo el poncho. ¿Yo? Yo, le hice de madre. Catorce años tenía la desgraciadita cuando la tomé. No sabía usar cubiertos. Sí, la verdad que era una bestia. Una vez la encontré comiendo un pan de manteca, así nomás, como si fuese una manzana. Y qué querés, andá a saber quién la crio. Pero yo le di de todo. Que la ropa que iban dejando los chicos para que mandara a los hermanos. Lo que yo ya no usaba, más bien, viste que todo vuelve, le daba lo gastadito. ¿Y cuando tuvo el novio? Sí, ése, el carnicero. Casi se me va en sangre, andá a saber quién se lo hizo. La tuve que llevar de urgencia, no, no, al sanatorio. Me acuerdo que hasta vino Julio, estaba tan nervioso el pobre. Él ve una curita y se desmaya. Y bueno, además del papelón, te imaginás los comentarios de los médicos, después la tuve que cuidar y le di como tres días libres. Obviamente, claro, se quedó en casa, ¿adónde iba a ir la infeliz? Sí, fue cuando Juampi se fracturó en el club. Fractura expuesta ¿te acordás? Y la otra en cama, si hasta el pobre Julio más de una vez le llevó la comida a su cuarto. Y todavía. No hay nada que hacer, como decía mi abuela “cuánto más te agachás…” No ése es otro. Qué vas a hacer. ¿Quiénes? ¿Los chicos? mejor no me hablés, dicen que la extrañan. Claro, la madre que se joda, de la noche a la mañana me quedo sin mucama y ellos “pobrecita”. ¿No es para matarlos? Te juro que yo siempre estuve intrigada por saber de qué hablaban. Cuando yo volvía de la clase de teatro, no, pero no, con Reina Reech, aquella que vos decís fue otra vez. Bueno, como te decía, me acuerdo que a la salida íbamos a tomar algo con el grupo, sí eran divinos y uno de ellos, el rubio bajito ¿lo ubicás? Claro, ése, trabajó en dos capítulos de “Padre Coraje”. No te creas, eh, estaba bien, además gracias a su personaje se descubría que la paralítica caminaba, bueno, no importa. La cosa es que cuando yo volvía, tipo once de la noche, la señorita estaba instalada en el cuarto de los chicos, pura risa, pura jarana, mirando dibujitos con ellos. No, Julio siempre fue un santo, a esa hora ya estaba acostado. Si no hubiera sido por él, yo me hubiera quedado fregando todo el día, como nuestras madres. Mirá, lo del profesorado de yoga, me lo encontró él. ¿Sabés lo que era conseguir una vacante con el Profesor Gandhi? ¡En serio!, es el apellido verdadero, te lo juro. Qué maestro, una profundidad, a los estados de concentración que llegaba ese hombre. Yo estaba en lista de espera para hacer el curso y gracias a un cliente de Julio, que le importaba de Francia la Evian, sí, sí, no tomaba otra cosa, conseguí el lugar. Es verdad, él está en todas. Y cuando me fui al Congreso de Reiki en Miami ¿quién pensás que me impulsó? Yo ponía excusas, que los chicos, que la casa. ¿Sabés que me dijo él? “¿Para qué la tenés a Adelina? El personal doméstico es para eso, que se haga cargo de todo, bien que le pagás”. No, ella no dijo nada, si había días que no me hablaba. Los chicos tampoco, no te digo que los tenía en un bolsillo, si hasta estaban contentos. Claro, los llenaría de esas porquerías fritas en grasa que comía en su pueblo. No sé, no sé por donde podía venir tanta camaradería. Pensá que aunque estén en la primaria, van a un colegio bilingüe desde sala rosa. Y ella, creo que llegó a segundo grado. Los llevaba a la escuela, al club, de los amiguitos y a veces a los cumpleaños, pero como lo hace cualquier empleada ¿no te parece? Claro, es que cuando yo empecé a full con Pilates, no tenía un minuto libre. Bueno, como te decía, habrá sido por eso que se hicieron compinches. Pero sabés qué, no. Para mí fue por Homero, sí, el labrador. Yo accedí a comprárselos porque ya no los aguantaba más, pero vos sabés que soy fóbica y alérgica a los animales. Y ahí la chirusa, se los metió en el bolsillo. Se pasaba la noche entera con el perro cuando era cachorro. No, no te imaginás. Insufrible. Lloraba toda la noche. Y después, eso de sacarlo a la calle, yo no iba a hacer de paseadora, la mandaba a ella. Y los chicos se le prendían, estaban enloquecidos, no querían que se tomara ni el franco del domingo. Y ¿podés creerlo?, la perra, a veces se quedaba y el buenazo de Julio, ay, este hombre qué no hace por los hijos, le compró un televisor. ¡Si, a ella! para su cuarto. Mirá que me conocés. Sabés que sí, alguna vez me puse celosa, pero Julio me decía “la madre sos vos, además cómo te vas a poner a la altura de ella, y los chicos, por favor, son criaturas”. Y ahí me calmaba. Pero a veces…, bueno, viste y así me pagó. Le confié a mis hijos y así me pagó. Le di un lugar en mi casa, y mirá lo que te digo, ni siquiera uniforme le hacía usar, pero bueno, entonces era cuando venía gente del estudio o alguna de las chicas de Reiki, y así me pagó. Ni siquiera tuvo la gentileza de darme aunque sea una semana para buscar a otra. Dijo me voy, juntó sus cuatro porquerías y se fue. Claro, vos lo sabés mejor que yo, está terrible para conseguir, uno tiene que ver bien a quién mete en la casa. Y hoy Juampi que me sale con que viene con los amigos “prepará algo” me dijo. Yo no puedo estar en todo. Hoy justo tengo turno con la masajista. No, éstos son masajes rumanos. Parece ser que se los hacían al Conde Drácula. ¿Qué, no lo sabías? Existió y fue un héroe nacional. Bueno, el tema es que me dijo Mechi que son los mejores. ¿Qué cuáles? Mejores todavía. Obvio, te cuento, no te los vas a perder.
¿Qué que dijo Julio cuando la otra se fue? Mirá, se lo dije de golpe y se nota que ese día venía muy nervioso del estudio. Empezó a los gritos “¿Y ahora qué, y ahora qué?” decía. Claro, él sabe lo difícil que es conseguir personal doméstico hoy en día. Después me dijo si había dejado algún teléfono, le pregunté para qué. Pobre, dudó tanto al contestarme, no me quería preocupar. “Por si se le da por hacer juicio”. Fijate vos, a Julio sí que no se le escapa nada. Así que se lo di. Estando las cosas en manos de él, yo me quedo tranquila. Hasta por ahí me consigue otra.
