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©Ricardo M. Moreno |
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©Ricardo M. Moreno |
Hasta mediados del siglo XX el ideal femenino se construía a partir del deseo masculino y debía resultar atractivo según los cánones establecidos socialmente. Aunque esto siga vigente, las manifestaciones culturales y sociales que se han levantado contra esa norma, crean una dualidad que se percibe en las fotografías. Es en esa creación donde se construyen a ellas mismas, se ofrecen al otro desde un dominio en el que controlan el discurso oculto a través de la transgresión. El gesto transgresor del discurso consiste en poner en circulación un cuerpo femenino por cuya carne transita lo no convencional. Ahí están las miradas o las no miradas, lo que ocultan unos párpados cerrados, el desafío, la luminosidad de la piel en unos sitios en su mayoría cerrados. Pues el cuerpo ha sido un espacio donde se construyen y se combaten las nociones del orden social. Lo que muestran las fotografías de Ricardo Martínez Moreno, no es erotismo o sensualidad al uso, huye de lo escabroso a través del tamiz que permite el arte, con una cuidada visión escenográfica, poseen ante todo una carga emocional. Las mujeres aparecen en la intimidad, eliminando el aspecto sensacionalista que nos proporcionan las imágenes mediatizadas de carreteras y prostíbulos que ofrecen un aspecto carnal y degradado, arrebatándoles su identidad. No hay degradaciones ni heroizaciones, sino una vía para sentir la piel del otro sin los valores peyorativos con que solemos observar ese mundo y a sus componentes. Las mujeres que contemplamos tienen mucho de personaje, pero quizás ese personaje esté dotado de un cierto simbolismo. Es la reducción del cuerpo a imagen, que no solo se produce en la prostitución, sino en la iconografía que nos rodea y frente a la cual algunas poses y miradas parecen rebelarse, dar contenido e historia a esos cuerpos. La escritora feminista Virginie Despentes explica así su visión y experiencia:
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©Ricardo M. Moreno |
“Incluso aquello que había visto de masculino en mí, como mi manera de avanzar superrápida y con seguridad, se convertía una vez que me había puesto el uniforme, en atributo de hiperfeminidad. Al principio eso me gustó, convertirme en esa otra chica. Era como hacer un viaje, sin cambiar de sitio, pero entrando en otra dimensión. Inmediatamente, desde que llevaba el disfraz de la hiperfeminidad puesto: un cambio de autoafirmación, como cuando te metes una raya de coca.”
Así vemos un tatuaje en una de las mujeres fotografiadas, es un corazón, pero no el clásico corazón de trazos fáciles, sino uno carnal y auténtico, con sus venas, atravesado por flechas, llevando una banda donde figura la palabra destrucción. ¿Cuál es esa destrucción? Quizás la de la normalidad, la de una cierta normalidad, porque el amor infiel al que hace referencia el título de la exposición, es el microclima que crea el burdel. En la película L‘Apollonide (Souvenirs de la maison close), seretrata un burdel de lujo a principios del siglo XIX. Es un mundo cerrado y algo decadente, pero a la vez embriagante, dotado de una seducción que no es solo de la pieles, sino que va más allá, a una ternura rasgada aunque sea mercenaria. Y algo de eso es lo que muestra la exposición. En una de las fotografías nos encontramos con una mirada cándida y pensativa, situada en un punto indeterminado, una mujer sentada en el borde de una bañera y sobre su cabeza, un cuadro de ángeles. Una escena que nos lleva al origen sagrado de la prostitución del que hablase George Bataille, donde la prostituta se situaba junto a la autoridad religiosa. Luego vinieron los sucesivos desahucios que ha padecido ese mundo, la misma religión que lo condenó moralmente, el capitalismo que convirtió a las prostitutas en lumpen proletariado, la actual situación donde la ilegalidad y la marginación entrega buena parte de ella a las mafias, y un sensacionalismo amarillista que la envilece y crea confusión. Esos claroscuros, esas contradicciones tan brutales como humanas, belleza y destrucción, son las que se muestran en las fotografías de Ricardo Martínez Moreno. Porque el amor infiel al que se alude, no deja de ser un cierto tipo de amor.