Juan Alberto Campoy

Soy partidario del mestizaje, de la mezcla, de la fusión… de lo impuro.
No me ocurre, por ejemplo, como a la directora de cine (entre otras muchas cosas) Leni Riefensthal, que fue sin duda el propagandista más talentoso del régimen nazi. Esta buena señora (es una forma de hablar) pasó de cantar, durante los años treinta, las excelencias de la raza aria, con sus impresionantes documentales “El triunfo de la Voluntad” y “Olympia”, a ensalzar, a principios de los sesenta, la belleza de los guerreros Nuba (una tribu muy aislada de Sudán) mediante excelentes fotografías que por si solas le ameritarían un lugar en la historia del arte.
Pero yo sigo prefiriendo el mestizaje, qué queréis que os diga. El mestizaje, que no es sólo una cualidad estética sino también una cualidad ética.
Así que, en principio, si me preguntasen: ¿tú qué prefieres, las metáforas puras o las impuras?, yo me quedaría con las impuras sin pensármelo dos veces. Pero resulta que, si atendemos a sus respectivas definiciones, las metáforas puras son claramente superiores a las impuras. En las primeras, sólo aparece el término imaginario, en tanto que el término real se deduce por el contexto. Verbigracia: “dos esmeraldas refulgían tras sus gafas a la última moda”. En las segundas, por el contrario, aparecen tanto el término imaginario como el real. Verbigracia: “sus ojos eran dos esmeraldas que etc etc”.
Ahora, en un nuevo giro argumental, me traslado a la película “Un perro andaluz”, cuya dirección corrió a cargo de Luis Buñel y cuyo guión compartió el insigne aragonés con su amiguete Salvador Dalí. En esta película hay una escena en la que el protagonista, el propio Buñuel (este hombre valía para todo), está a punto de rajarle el ojo a una mujer con una navaja de afeitar (se les ocurrían unas cosas a los surrealistas…) y justo a continuación aparece en pantalla un cielo nocturno en el que una nube muy alargada se cruza delante de la luna. Yo creo que es fácil. Yo creo que todo el mundo lo pilla: el hombre finalmente le corta el ojo a la señora. Cualquier aclaración sobra. Molesta. Bueno, pues el señor Buñuel no opina lo mismo: nada más acabar la escena de la nube, sigue otra (bastante “gore”) en la que se explicita el corte del globo ocular. Esta última escena es completamente prescindible. Denota una falta de estilo alarmante. Nos enfrentamos a una cuestión idéntica a la ya comentada de los dos tipos de metáforas (pero en lugar de hallarnos en el campo literario, nos encontramos en el campo cinematográfico). Si el contexto es suficiente (y aquí lo es) no hace ninguna falta que el director incluya los dos términos de la comparación. El espectador no es tonto. Y, si lo es, que se fastidie. No debería estar permitido hacer películas para espectadores tontos. O, si se hiciesen, deberían estar señalizadas de alguna manera (qué sé yo, mediante tres rombos o algo así).
Esta película la hicieron Buñuel y Dalí en un momento de sus vidas en el que estaban enemistados con Federico García Lorca. Ellos se consideraban a sí mismos surrealistas, europeos y modernos, y tildaban a su ex amigo de costumbrista y populachero. Pero, el arte, queridos surrealistas, ha de tener raíces, raíces que lo anclen de alguna forma a la realidad. Y siempre serán más robustas esas raíces si se nutren del folclore y de la tradición popular que del subconsciente y de los sueños del autor. Incluso en el plano estilístico, Federico puede darles muchas lecciones a sus antiguos compañeros de la Residencia de Estudiantes. Veamos una de ellas. Los siguientes versos pertenecen a su poema Reyerta, incluido en el Romancero Gitano:
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
De acuerdo con el “libro de estilo” de un “Un perro andaluz”, Buñuel y Dali habrían corregido los versos, dejándolos tal que así (o algo parecido):
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de moratones como lirios
y sus sienes tan rojas de sangre que parecían granadas.
Creo que no hay color. Federico gana por goleada.
