Alma de Rus

Luis Leante publica su nueva novela, Interpretación de la mentira, obsesionado por la idea del otro y si nuestra vida es como creemos que es o como los demás la ven. Desde hace más de una década, Luis Leante nos tiene acostumbrados a alternar la literatura juvenil con las novelas de adultos. Sin embargo, tras publicar su novela Academia Europa, nos presenta ahora una nueva, Interpretación de la mentira, que rompe esa alternancia seguida hasta ahora. Luis Leante firmará ejemplares del libro, como primer acto de difusión de la obra, el viernes 6 de junio y el sábado 7 de junio en la caseta 125, de M.A.R. Editor, de la Feria del Libro de Madrid.
P.- ¿Qué va a encontrar el lector en Interpretación de la mentira?
R.- Es difícil resumirlo porque es una novela compleja, no tanto de leer como de explicar. La novela es un juego de espejos entre dos personajes que llevan el peso de la trama, pero que paradójicamente no son lo más importante de la novela. Cuenta la historia de dos amigos desde la adolescencia hasta la edad madura, más de cuarenta años. Dos jóvenes que quieren ser escritores y que se conocen cuando tienen diecisiete y dieciocho años. La historia describe sus sueños literarios, su amistad, la evolución que experimentan a lo largo de los años, en lo personal y en lo literario, y el punto al que llegan al cumplir los sesenta. Se podría decir que es una historia metaliteraria: la trastienda del escritor. Pero esto sería simplificarlo mucho.
P.- Hay muchas más temas en esta obra.
R.- Sí, claro, de ahí el título. En la historia, además de la amistad y la ambición literaria aparecen amores, desamores, celos, desconfianzas, pasiones, traiciones, triángulos amorosos, incluso cuadrados amorosos, obsesiones sexuales, depravación, pureza, ensoñaciones y muchas mentiras.
P.- Aquí hay dos historias que parecen la misma y sin embargo son diferentes.
R.- Así es. La novela es un juego metaliterario, como he dicho. Para mí fue un reto porque quise contar dos historias. Por una parte está la historia que el lector lee, con su trama, sus personajes, sus reflexiones y todo lo que la compone. Pero al mismo tiempo y de forma paralela hay una historia subterránea que no se percibe. Hay una trama oculta que avanza paralela a la que estamos leyendo. De vez en cuando asoman resquicios de esa historia subterránea, pero no podemos saber totalmente de qué se trata hasta que la mentira es interpretada por el narrador. Se podría decir que la novela tiene dos lecturas, la que se hace siguiendo el texto y la que realiza el lector reconstruyendo lo ya leído. Sé que suena demasiado pretencioso, pero no soy capaz de explicarlo de otra manera. La única forma de entenderlo es leer la novela.
P.- Uno de los temas que se repite en la mayoría de tus novelas es la relación con el padre. Y en algunas ocasiones la relación con la madre. En esta novela aparecen las dos y, además, tienen mucho peso en la historia.
R.- Sí, sí, es algo que siempre sale aunque no sea consciente. Igual que siempre salen los temas del amor, la vida y la muerte, los únicos que existen en la literatura, según Juan Rulfo, también la presencia del padre, y a veces de la madre, tiene mucho peso en todo lo que escribo. La relación con un padre y con una madre, al menos en mi experiencia, son muy, muy distintas. En esta historia se ve claro: desde la desconexión total con el padre hasta el complejo de Edipo con la madre. Y, sobre todo, aquí hablo de la relación con el padre y luego con el hijo cuando te ve como padre. Creo que habrá lectores que se sentirán identificados.
P.- En la novela hay escenas de gran belleza, diálogos muy realistas, pero también escenas sórdidas, incluso con prácticas de sexo llamativas. ¿La perversión forma parte de la literatura?
R.- No me atrevo a decirlo categóricamente, pero el sadismo y la perversión no son exclusivos de ningún gremio. A veces, cuando el escritor se siente ahí arriba, observado, admirado, saca su parte más perversa que posiblemente en otras circunstancias quedaría oculta. Casi nada de lo que se cuenta en esas escenas es inventado, excepto alguna muerte que por suerte no ha ocurrido mientras yo estaba cerca. La mente humana está llena de recovecos desconocidos. Por eso somos capaces de tener comportamientos admirables unas veces y despreciables otras. Supongo que es algo parecido al yin y el yang, pero referido a la bondad y la maldad.
P.- La estructura y la trama son originales, pero es igual de interesante ver el mundo de un escritor desde las bambalinas. Has dicho que no te gusta la autoficción, pero en esta novela da la sensación de que hay muchas cosas de tu vida que resultan reconocibles. ¿Hay elementos autobiográficos en la historia?
R.- Rotundamente no es una novela autobiográfica. Pero, aclarado esto, es cierto que hay muchos elementos de mi vida. Y también de la vida de mis amigos, de otros escritores a los que he conocido, de experiencias vividas o de las que he sido testigo. Yo no tengo imaginación suficiente para inventar una historia como esta. Soy un escritor sin imaginación. Yo lo que hago en Interpretación de la mentira es robar las vidas a otros, colocar parte de la mía, adornarla, disimularla, añadirle personajes, maquillarla y contarla. Es una novela de préstamos: le presto muchas cosas a la trama y a uno de los protagonistas. Los pongo en un escenario que para mí resulta muy familiar: los lugares de mi adolescencia. En fin, es un engendro, una especie de Frankenstein literario construido a base de trozos de vida. Mi trabajo consiste en aislarlos, modificarlos y unirlos en otro contexto. En eso consiste para mí la escritura. No soy capaz de partir de la nada. Ya me gustaría.
P.- ¿Es tan mezquino el mundo literario en la realidad como el que tú describes en la novela?
R.- El mundo literario no es mezquino, los mezquinos somos a veces los escritores. No todos, por supuesto. Cuando empecé a publicar los primeros libros, yo era bastante mitómano. Admiraba a los escritores cuyas obras me habían gustado. A algunos los fui conociendo y poco a poco fui perdiendo la admiración. Supongo que la mayoría de escritores que han leído mis libros y les han gustado se habrán sentido decepcionados después de conocerme. A mí me ha pasado tantas veces que cuando un libro me gusta hago todo lo posible para no conocer al autor. Suele ser decepcionante. Por lo general somos gente vanidosa, bastante ególatra, envidiosa. Podría escribir varias novelas sobre esto, pero me agotaría y no cambiaría nada. Y eso que he conocido a escritores/as que como personas son maravillosos/as. Eso es verdad, pero también debo decir que la gente más mezquina con la que me he tropezado en esta vida han sido escritores/as. Más que la envidia, lo que abunda es el desprecio del otro. Eso aparece en esta novela, pero muy suavizado. No pretendo herir susceptibilidades.
P.- Terminamos con una cuestión que no es la menos importante. Ya desde las citas de encabezamiento de la novela y luego a través de toda la historia hay una premisa que se mantiene hasta el final: “Somos como nos ven los amigos”.
R.- Efectivamente, esa es la clave de esta historia. Más importante, incluso, que la trama metaliteraria, que al fin y al cabo está construida para defender esa premisa. Parece tan evidente que me da cierto pudor explicarlo, pero realmente uno no es como realmente cree que es, por mucho que se empeñe. Al final, los demás nos conocen o creen conocernos mejor que nosotros mismos. En algunos casos, especialmente cuando se trata de los amigos cercanos, los íntimos, los de verdad, esa visión que los demás tienen de nosotros suele ser la que prevalece. Eso significa que es inútil preocuparse por ser así o asá porque al final seremos como los demás nos vean, aunque sea una visión falsa, o no. Esa es la esencia de esta historia.
