Hasmukh Pathak

Yendo lentamente esa tarde,
apresurado por el chasquido del látigo
en la carretera que va de norte a sur
un búfalo, un número en torno a su cuello.
De oriente lejano carga hacia el oeste.
Un autobús (tan lleno que nadie entra) acelera
como una tormenta en ese asfalto-
en el cruce de calles
lo que tenía que pasar, pasó.
Trozos de carne en charcos de sangre,
piezas rotas de dos cuernos,
ojos bien abiertos en el vacío
y un sollozo traqueteando.
La mirada intenta zurcir todo junto.
Es cierto, Yama vino, finalmente,
en este tiempo caluroso.
Mientras la piel se despega de la carcasa,
la sangre se seca rápidamente.
El autobús (nuevas caras ahora), retornando
desde el oeste, acelera hacia atrás.
Una mancha se propaga lentamente.
Sobre este asunto, ¿alguien tiene
algo que preguntar?
