Mantequerías Bermejo

Helena Garrote Carmena





Hay una pequeña taberna en el Callejón de las Ánimas, frente a la Plaza de la Santa Cruz.

Manuel ocupa la única mesa colocada en el exterior. Se deja caer en la silla como quien regresa agotado de un largo viaje y suelta al fin el equipaje. El tiempo en esta estrechura parece detenido, Manuel lo agradece. Pide un vino y mientras espera, enciende un cigarrillo y recorre con la mirada la filigrana del azulejo que da nombre al callejón. Junto a la placa, se alza lo que tiempo atrás fue un florido balcón. Retira la tabla de madera y penetra en el interior. Adivina la cama de cabecero cromado, se sienta en el borde y toca las sábanas. Una suave brisa se cuela entre los visillos. En la cocina el puchero está al fuego y el niño, recostado sobre la mesa, pintarrajea la cartilla mientras canta aburrido la tabla del siete. En la pila corre el agua y brillan cerezas entre las manos de su madre.

Cuando el tabernero vuelve Manuel no está. Un perro camina pegado al muro calle abajo.
Y siete por diez, setenta.



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