Francisco José Segovia Ramos

Basado en el relato “La última noche del mundo”, de Ray Bradbury
Sí. Conozco sobradamente la noticia, y la temo, como todos los habitantes de la Tierra: el fin de la humanidad acaecerá mañana, apenas brote el sol por el horizonte. Entonces, el asteroide al que los astrónomos han llamado “Némesis”, golpeará el planeta con la potencia de millones de bombas de hidrógeno… y la vida habrá acabado porque la Tierra estallará en mil pedazos.
Casi todo el mundo se lo ha tomado con calma: hemos asumido que nada hay que hacer, y que lo mejor es quedar en paz con nosotros mismos. Así, poco a poco, sin pausas, y tampoco sin prisas, muchos se han reunido con familiares y amigos para pasar las últimas horas de sus vidas.
Todo es paz en la Tierra. Pero no en mi alma. Yo tenía pensado y decidido acabar con la vida de Tomás Apodaca, mi ex socio, por quedarse con mi negocio y sumirme en la ruina y la pobreza. No podía vivir imaginándolo a él bañado en riqueza y disfrutando de todos los placeres mientras que yo, pobre y casi indigente, arrastraba mi cuerpo por las esquinas más oscuras y los bares más sucios de la ciudad. Iba a matarlo porque no soportaba verlo vivir después de engañarme.
Ahora, el fin del mundo acabará con él también… pero no puedo esperar pacientemente a ese alba que llegará pronto. Así que esta noche, para calmar mi sed de venganza, iré hasta su casa y lo mataré. De un disparo en su traidor corazón. Morirá ante mis ojos, y lo hará horas antes de mi propia muerte. Porque eso es lo que quiero: que no me sobreviva. Ni siquiera que comparta nuestro fin mutuo en el próximo y terrible amanecer…
