Entrevista a Enrique Pérez Balsa por “La última noche con Edu“: “…drogaron con burundaga a una chica de mi familia y quería dejar constancia de ese infierno”

Alma de Rus






La novela definitiva sobre las drogas de sumisión química y los bajos fondos de la prensa rosa se presenta en la Librería Letras de Ávila: La última noche con Edu, de Enrique Pérez Balsa, en M.A.R. Editor, con un presentador de lujo, el dramaturgo abulense Juan José Severo Huertas, y Gemma Orgaz de maestra de ceremonias. El sábado, 19 de octubre, a las 12h. En Paseo de San Roque, 4. El autor ha presentado la novela en los principales certámenes de Novela Negra de España, desde Tenerife Noir a la Semana Negra de Gijón pasando por Castelló Negre o Lloret Negre.


P.- ¿Por qué tu especial interés en presentar en Ávila La última noche con Edu?
R.- Principalmente porque tengo familia en Ávila y muchos amigos y para un madrileño Ávila es una escapada ideal de turismo cultural o gastronómico. Además, M.A.R. Editor ha hecho muchas presentaciones en Letras y el público lector de Ávila siempre ha respondido a la perfección. De hecho lo hemos planteado con una fiesta, con vinos, tapeo… una forma ideal de empezar el fin de semana. Además, un dramaturgo tan respetado en Castilla y León como severo Huertas se ha prestado a presentarme. Mejor imposible.

P. -En La última noche con Edu nos muestras cómo se actúa con las drogas de sometimiento químico. Hemos visto en medios de comunicación como las llamadas manadas las usan. ¿Qué se puede hacer en estos casos?
R.-La verdad es que escribí La última noche con Edu porque drogaron con burundaga a una chica de mi familia y la salvó su grupo de amigos y quería dejar constancia de ese infierno. Estoy muy concienciado. La escopolamina, Burundanga o droga zombi, como se conoce a esta droga, se usa legalmente con utilidad medicinal, pero también ilegalmente ya que reduce la voluntad y la memoria de las personas que están bajo sus efectos. Los delincuentes la utilizan para llevar a cabo delitos como el robo o la agresión sexual. La víctima queda sin voluntad y le provoca una amnesia total durante horas. Esto implica que las personas afectadas no recuerden absolutamente nada, complicando mucho el trabajo de la policía para la investigación. Si crees que te han intoxicado, debes ir a la policía y denunciarlo. Mis dos protagonistas se verán involucrados en un acto brutal contra dos mujeres al ser drogados y todo les declara culpables. Deberán demostrar que no lo son.

P.- En La última noche con Edu muestras a los periodistas del corazón como una ciénaga. ¿Te has tenido que censurar mucho?
R.- No creo que haya que generalizar. Aunque la probabilidad es muy baja, seguramente habrá seres humanos en ese entorno —risas—. El protagonista de la obra no está especialmente contento con su trabajo, le gustaría ser un escritor como él define “de verdad”, pero sus etílicas musas solo le inspiran para sacar trapos sucios, lo admite y lo defiende enarbolando su máxima de que “La sociedad necesita tanto a los barrenderos como a los cirujanos”.

P.- A estos creadores de opinión los muestras como gente sin ética, dados a todas las bajezas y curiosamente, son respetados por una parte de la sociedad, que los sigue como ejemplos. ¿No te desasosiega?
R.- Más que ser un ejemplo para la sociedad, sospecho que la envidia es el deporte nacional y el público se regodea al ver las miserias que muestran personajes con un nivel de vida al que nunca llegarán. Me inquieta más el aburguesamiento que lleva nuestra sociedad y que nos arrastrará a la extinción. No es lógico que la gente se pelee por un equipo de fútbol o que los políticos luchen por una dudosa igualdad basándose en cambiar las terminaciones “os” por “as” o “es”, cuando no llegamos a fin de mes, los migrantes ilegales llegan sin ningún control y el trabajo cada vez es más precario.

P.- Tus dos primeras novelas son negras, y en estas aunque se mantienen ciertas constantes del noir, pasas al realismo sucio. ¿Por qué este cambio?
R.- La frontera en mis obras entre el realismo sucio y la novela negra es muy fina, y me gusta que el estilo en mis novelas no se repita. Espero que el lector se sorprenda con cada escrito. Personalmente, cuando leo un segundo libro de algún autor y es como tener un déjà vu del primero, me produce desinterés.

P.- ¿Hay autores de realismo sucio que te puedan haber servido de inspiración?
R.- Siempre hay autores que sirven de inspiración. En El edén de las manitas de cerdo, mi primera novela, la crítica hablaba de influencias de Tom Sharpe, Chester Himes o incluso Eduardo Mendoza. Prohibido es un hard boiled donde las pinceladas las dan Dashiell Hammett o Raymond Chandler. En La última noche con Edu los aires se acercan a Bukowski o Amis Martin. Soy un hombre ecléctico y las influencias no son conscientes.

P.-¿Crees que el modo más exitoso de criticar una sociedad y una época es hacerlo mediante el humor?
R.- El humor es el arma más poderosa que tenemos, es el oasis entre el caos y el horror que vivimos a diario. Mis novelas son crueles, muestran la parte más oscura del ser humano y utilizo el humor para suavizar y dar tregua tanto al lector como a mí mismo.

P.- Has recorrido Castelló Negre, Tenerife Noir, Semana Negra de Gijón, Lloret negro y otras. ¿Con tres novelas te vas convirtiendo en un habitual de los festivales que muestran la parte más dura y sórdida de la sociedad?
R.- Es un honor que me inviten. Los festivales, además de servir como escaparate de tu obra, me ofrecen la posibilidad de conocer y descubrir a otros autores. Cuando estoy con ellos, soy como un niño pequeño; me maravillo, me convierto en una esponja intentando absorber todo. Ese es el mejor regalo, aprender de ellos. Además, se acercan lectores de libros anteriores, te cuentan lo que piensan de tu obra y es muy enriquecedor.

P.- Por último, una razón para leer La última noche con Edu.
R.- Es una historia creíble, te podría pasar a ti. Una noche de copas con amigos, unas chicas receptivas… Todo es diversión hasta que la fiesta degenera y se ve implicado en una trama de extorsión. No hay superhéroes ni genios de la villanía. El protagonista es un tipo normal, con problemas tan reales como la soledad o la carencia de dinero. Los delincuentes son putas, proxenetas y bandas organizadas que vemos reflejadas en noticias todos los días. ¿Cómo afrontar un chantaje en que te muestran un vídeo violando a una mujer cuando no tienes recuerdo alguno? Nuestro antihéroe es alcohólico; esa enfermedad, no digo vicio, le transforma en diversos personajes que le convierten en un tornado de destrucción que arrastra a quien le rodea. El cóctel está servido: dos cuartos de Bukowski, una medida de Chester Himes, unas gotas de Carver y el golpe en seco del humor negro que me caracteriza hacen de esta obra no una novela de realismo sucio, una historia real.

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