José Pastor González

Retrato de mujer (1883)-Leon Wyczółkowski
María «La Portuguesa» la chupa por cinco euros
en las traseras del Mercagranada
sus labios son dulces cuando me besan
por eso la llamo María la Miel.
María la Miel usa afiladas palabras y navaja automática
para defenderse de palomas, cabinas telefónicas,
hombres con ropa interior sucia, maderos con barba
y pringaos que le dicen te quiero.
En el barrio le dicen «La Perra»
cuando aullidos desgarradores salen de sus tripas
recordando al hijo que le quitaron.
Guarda una fotografía en una playa
sonríen
al cabrón que hizo la foto
lo maldice a gritos.
María la Miel escribe poemas
que envía sin remite a direcciones desconocidas,
hablan de la calle, del frío, del olor tristes de las pollas,
de sexo, amor y muerte.
María la Miel se arranca los pelos del coño cuando se aburre,
guarda los que le gustan
en una cajita de marfil que encontró en la calle.
María la Miel hace tiempo que no tiene sueños
pero las pesadillas la persiguen todas las noches
y se levanta con la boca llena de sangre, lágrimas
y los ojos cada vez más tristes.
María la Miel me ha prestado este poema
que no lleva título
ni esperanza
