LA SACRIFICADA CONVIVENCIA: “Jauría de Langostas en Perpetuo Socorro” De Estefanía Farías Martínez

Carlos E. Luján Andrade




En la avenida Perpetuo Socorro, se ha presentado una serie de denuncias por parte de los vecinos. Esta inusual retahíla de reclamos despierta el interés de las autoridades para indagar qué es lo que sucede entre estas personas. Es así que un secretario judicial hace visitas personales para tomar nota de aquello que los aqueja.

En Jauría de Langostas, somos testigos de las anotaciones del funcionario público que indaga, casi sin pasión, la naturaleza de estas molestias entre los vecinos de dicha avenida. Abre una lista de expedientes en los que detalla no solamente los argumentos de los denunciantes y denunciados, sino de algunos testigos que puedan aclarar más aún el conflicto.

Las denuncias son variopintas como la contaminación sonora (las quejas por las clases de un profesor de música), la contaminación ambiental (los ruidos y olores que produce un restaurante y bar), la defraudación de fluido eléctrico (debido a una manipulación de unos equipos eléctricos), por fraude (supuesto cobro excesivo de un servicio), entre otras.

Lo particular es que en los testimonios que tienen diferente matiz argumentativo, apreciamos la idiosincrasia, estilos de vida, prejuicios e idea de lo que cada uno considera que deben ser las personas. Más allá de los casos particulares y motivos de conflicto, el trasfondo que se aprecia en la lectura de Jauría de Langostas nos muestra la naturaleza del ser humano que convive con individuos que son diferentes entre sí. En la brevedad de sus declaraciones vemos lo que es vital e importante para ellos. Sintetizan sus principios y valores, en resumen, lo que consideran correcto. Ninguno da tregua. Cada uno defiende sus actos y decisiones.

Al no existir ningún juicio de valor por quien decide registrar estas denuncias, deja al lector la libertad de elegir quién podría estar en su razón. Lo cierto es que no son problemas graves los que los vecinos reclaman. Al menos, ante la ley. Sin embargo, en esa delgada línea de lo legal e ilegal, hay mucha tensión. Algunos de los vecinos piden medidas radicales contra quienes han cometido una falta leve. Usan la ley como una caja de resonancia donde puedan reflejar sus frustraciones al ser testigos de actos que no consideran justos. No parece que quisieran algo más.

Estefanía Farias Martínez sintetiza en breves pasajes problemas complejos y muy personales de individuos urbanos que son obligados a vivir muy cerca entre ellos. Las ciudades nos muestran dramas que por su sutileza y poca relevancia a nivel social y por lo particular de las consecuencias, pasan desapercibidos para quienes no los sufren, porque justamente ellos viven otros dramas propios.

En Jauría de Langostas no hallaremos soluciones, los dramas son presentados como tales. Los lectores tomamos nota y solo imaginamos cómo aquello podría concluir. Casi como lo hacemos en el mundo real.

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