Cuando la realidad es ficción: «Sardanápalos», de Fernando Morote

Jorge Cuba Luque






Se repite hasta la saciedad que los escritores viven en el reino de la imaginación, en el que conciben y elaboran las ficciones con las que construyen sus creaciones. No es el caso de Fernando Morote, escritor hasta el tuétano quien, con su último libro, Sardanápalos, muestra que vive muy bien anclado en la realidad, en la peruana, en su historia, o más precisamente, en un aspecto de ella: los fait divers, los “sucesos” que nutren las páginas periodísticas desde el siglo XIX hasta la época contemporánea con crímenes pasionales, políticos, disparatados, motivados por el dinero, el odio, la venganza. El autor no los imagina, cierto, pero los recrea con una notable libertad creativa valiéndose de diversas formas literarias.

Se trata de quince sucesos que, por intermedio de la prensa, han conmocionado la opinión pública por el hecho de que los protagonistas, víctimas o victimarios, eran personas de la alta sociedad, o políticos, o militares, o empresarios o periodistas. Pero también futbolistas, aunque en este caso sin muertes. El conjunto se inicia con «Entrevista» , un diálogo entre el joven asesino y empleado doméstico de un matrimonio de la alta clase de la Lima de comienzos del siglo XX, y Racso, seudónimo de Oscar Miró Quesada, notable intelectual de la época y brillante periodista. A lo largo de la “conversación”, Racso logra que el homicida vaya explicando las motivaciones de su acto: su impotencia y odio crecientes frente al cruel y racista trato de sus empleadores.

Un primer cambio de estilo y de forma está en «¡Se ha hecho justicia!» presentado bajo la forma del inteligente y apasionado alegato que un connotado abogado presenta a los tribunales de justicia para defender a un humilde afroperuano acusado de violar y matar a un niño, y al que todos los prejuicios acusaban: era un desempleado, pobre, inculto, negro. El caso ha quedado en la memoria colectiva del país.

El hilo conductor de los textos de Sardanápolos es, sin duda, la violencia social pero también política, instalada en el Perú desde su inicio como Estado independiente. Así lo muestra Fernando Morote en «Cronología» en el que un grupo de militares del siglo XIX, los hermanos Gutiérrez, ejecutan un golpe de Estado. La asonada termina en un baño de sangre, con el presidente asesinado y tres de los putschistas linchados. Los hechos, mediante una cronología política, son evocados por el sobreviviente de los Gutiérrez.

Notable y divertido es «Titulares», en el que, como el nombre lo sugiere, el autor reproduce, con tipografías diferentes, los titulares de prensa de los años 1980-1990 que informan el auge y la caída de uno de los más grandes estafadores peruanos de todos los tiempos. De talante grotesco y divertido, a pesar del drama, es «Poggi» que, bajo la forma de una misiva, escrita por Neurona H20, habla de las circunstancias en las que su padre, trabajando como consultor-psicólogo en los locales de la Policía de Investigaciones del Perú, mató a un detenido acusado de varios homicidios.

Los Sardanápalos del título de este libro, ¿tienen que ver con Sardanápalo, el lujurioso y desenfrenado rey de Asiria? Es probable que Fernando Morote piense que sí, si nos atenemos al hecho que casi todos los actores de los dramas aquí reconstruidos han sucumbido a sus pasiones, a su locura. Quizá por eso los textos se suceden sin orden cronológico ni, al parecer de ningún tipo, en una rara coherencia con el contenido general. Y también con lo que conocemos de la plural obra de Fernando Morote, que hace tiempo se apartó de los senderos convencionales de la literatura peruana, en su forma y en su fondo. Las pruebas que este libro de ello brinda: aborda tanto el crimen de un magnate peruano bajo la forma de un testamento, como la crónica deportiva de un sospechoso partido de fútbol de la selección peruana durante el Mundial de 1978.

Pero algo más, y he aquí el valor de estos acontecimientos luctuosos que de la sección de policiales de los diarios han pasado a las de las historias personales, de ahí a las de la pequeña historia de un país, y de ahí a los subterráneos de la Historia de una compleja e inacabada nación como el Perú.

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