La foto

Rodolfo Carlos Napan Arquiñigo








Extrañamente recuerdo a alguien, aunque no sé exactamente quien. En mis sueños se me presenta completa. Le amo. Nos amamos. Pero vuelta a la realidad, no sé quién es. Me ha pasado tanto esto, que estoy convencido de que esa mujer existe y que también me está buscando. Siento que la he perdido, que alguna noche luego de besarnos, nos hemos olvidado, casi, nos hemos olvidado.

Una tarde cuando limpiaba mi biblioteca, una foto antigua cayó a mis pies, era de una hermosa mujer. Llevaba el cabello recogido, su frente amplia daba con sus ojos medianos y oscuros. Su mirada penetrante tenía algo de misterioso. Era ella, la mujer de mis sueños. Durante todo el tiempo que observé la foto, una melodía rara pero hermosa salía de algún lugar de mi mente. Recóndita como lo era ella por ahora. Volteé la foto, una bien lograda letra daba una dirección. Salvo unas referencias, el sitio parecía algo imaginado. No obstante, al día siguiente fui a encontrarlo.

Estuve a punto de regresar a mi casa, si no fuera por la información de una amable anciana que dejó de vender sus productos para atenderme.

―¿Está lejos, buena señora? ―le pregunté cansado.
―Sí, pero sé que la encontrará― respondió la anciana muy segura.

Luego de dos horas, al frente de mí se levantaba una pequeña casa. Me hizo recordar esas que yo dibujaba cuando pequeño. Antes de tocar la puerta, sentí un ruido intestinal. Estaba nervioso y sudaba. Observé la soledad de la casa y sentí miedo. El sonido de unas aves en vuelo, rompieron mi silencio. Toqué la puerta. Lo hice varias veces. Pude ver a través de la ventana que alguien lentamente se acercaba; era una anciana de unos ochenta años.

―Sí, ¿a quién busca, joven? ― preguntó la anciana con una tenue voz.

Sus ojos parecían dos manchas delgadas, apenas abiertas.

―Busco a…― dije, pero no pude continuar.
―Disculpe, joven, ¿a quién busca?

Saqué la foto y se la mostré. La miró con tristeza. Sus ojos se abrieron más. Luego me miró fijamente. Justo en ese momento la melodía se comenzó a escuchar, la de ayer, su intensidad iba en aumento. La anciana humedeció sus labios y comenzó a tararearla, luego a cantarla con su linda voz. Se me acercó y me abrazó muy fuerte. Segundos después noté que sus canas caían sobre mis hombros. Y que debajo de esas canas surgía un cabello negro. Cuando le acaricié el rostro, sus arrugas fueron desapareciendo, su piel se fue humectando con el pasar de mis yemas. Me dieron ganas de besarla. Lo hice, y con el beso su rostro se volvió lozano., y poco a poco fue apareciendo la mujer, la mujer de la foto.

Estaba ahí mirándome en los sueños. Me sonrío y me hizo un gesto para que le acaricie. Por eso extendí mis manos para tocarla nuevamente, pero no pude, pues sentí un gran peso en todo mi cuerpo. Bajé la cabeza cuando algo se le cayó de la mano. Era la foto, la miré inmediatamente. La mujer hermosa había desaparecido. En su lugar había un anciano. Y fue en los ojos de la chica que me enteré en lo que me había convertido: el anciano ahora era yo.

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