Santa y anatema

Lala González

El martirio de Santa Ágata (1750)-Giovanni Battista Tiepolo

 

 

Cada vez que intento callar las legiones en mi piel
calmar las bestias que pernoctan pendulando en mis dedos
es como azuzar el volcán más perverso
y a la vez
devolver toda la paz al abismo de mi cuerpo

ser anatema y beso divino
cualquiera podría confundir mis ojos con los evangelios escondidos
quizás con algún descaro inventado de nuevo
de esos que llevan directo a algún círculo dantesco

Pica en mi lengua la memoria de un beso muerto
avinagrado
disecado por el compás sin cuerda de un reloj sin tiempo
en mi espalda perecieron
con gusto
quienes deshojaron la memoria sin virgo de mi virgen negra
adentro de su vientre dejaron treinta dracmas de plata
y un escapulario sin alma
hecho arena y piedra

entonces
me muerde la irreverencia
y todas las campanas del infierno suenan
anunciando que en la hora nona
volveré desnuda a la hoguera

 

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