José Luis Barrera

Le dijimos que había robots entre nosotros y ella se desconectó.
No fue una broma: la gente de carne y hueso no existe: el cerebro es un procesador lleno de chips; los nervios, circuitos; y la energía que activa músculos y articulaciones, un simple impulso eléctrico.
La culpa me corroía – somos máquinas con conciencia – y era frecuente que huyese de mi casa para refugiarme en sitios de mala muerte.
Cierta noche un amigo me visitó.
— ¡Qué imbéciles! ¡Ella sí sabía la verdad…!
No comprendí.
— Es evidente: no existen los robots, somos humanos.
Quise creer que bromeaba, pero él insistió:
— Si te lastimas, ¿brota aceite? ¿Se puede curar la vejez actualizando el sistema o eliminar las enfermedades con softwares?
Hasta entonces sentía remordimiento, aunque sin perder la esperanza de que, tarde o temprano, algún laboratorio me la devolvería reconstruida.
La revelación de mi amigo me apagó.
