Miguel Rodríguez

No sé cómo ha sido, acaba de suceder, estaba ahí, a unos metros apenas, en tierra, y en nada me veo en medio de la corriente, he debido de caerme, el agua va tan deprisa, está agitada y llena de rápidos, me resulta agresiva, tal vez los demás me miraban, puede que no me hayan visto, hago señas al principio pero, al instante, entro en pánico, busco la orilla, no la veo, de repente todo es agua, o algún tronco al que agarrarme como un náufrago, como si ser un náufrago me fuera a salvar la vida, el torrente cada vez es más fuerte, más rápido, recibo golpes continuamente, ya no distingo dónde me duelen los golpes, cuando uno está ahí es agua, torrente, respiro bajo el agua, me falta el aire, no sé qué gritar, a estas alturas las palabras dan igual, y el único grito que me sale es prehomínido, como un bebé en el momento del nacimiento, imagino, los árboles pasan tan deprisa, el agua esta fría, muy fría, y se me encienden las venas, ya no grito, el corazón me golpea, retumba, me rompe el pecho y las costillas, me arden las venas, pero no lo oigo, respiro, solo oigo su tam-tam, no sé si me vieron caer, si me oyeron gritarles en los primeros momentos, no sé cuántas partes de mí se han roto, qué he dejado de ser, me hundo, me sumerjo, oigo las voces, otro idioma, alguien me acaricia, me toca, me evita un golpe mortal, no sé quién ha sido, o tal vez es que ya no me duelen, ya no siento el dolor de las piedras del río, no comprendo lo que dicen, se entrecorta el sonido, la voz, siento la cascada, el estruendo crece por segundos, es brutal, sobrecogedor, sé que voy a morir, llamo a mis padres, tal vez estén en alguna orilla que ya no veo, a mi familia, les nombro como en un conjuro, me rebelo y les llamo, te llamo a ti… te llamo sin voz, a pura piel, me asaltan imágenes de amor, de toda mi vida, ya no siento los golpes, creo que me estoy ahogando, ahora veo peces junto a mí, son ellos los que me hablan, creo que les he conocido antes, me llaman por el nombre, no sé cómo saben mi nombre, me protegen, algunos se ponen delante o en el costado y reciben los golpes mortales que me corresponden a mí, me lleno de ruido, soy estruendo, ya no hay golpes, solo agua y rocas, y de repente la calma total, la paz, es el final, estoy en plena catarata, no siento el cuerpo, ya no oigo voces, ya no respiro pero veo el mundo, me siento flotar, y, junto a mí, miles de peces que me miran, que me abrazan, que saben mi nombre y mi historia, se vuelven y me miran, tienen muchos colores, alargo las manos y les toco, tengo miles de manos, me acarician antes del final definitivo, sus sílabas son breves, sus lenguajes tienen luz, se acercan, me abrazan y hacen piel en mí, algo nace en mí como haciendo raíz y rompiendo piedra, anticipo la violencia del impacto brutal, siento el corazón de los peces, nos miramos llenos de colores y de sílabas, el aire común, ya no hay golpes, solo flotamos, y en un segundo somos uno, lo mismo, no existe nada que no seamos nosotros, y de repente todo está oscuro, debemos de estar muertos, no conocemos ese sitio, nos buscamos a ciegas, no, vivimos, alguien me acaricia de nuevo, vuelvo a flotar, el agua me empuja levemente, me dejo llevar, ya no me duele nada, y voy abriendo los ojos, estoy solo, solo y lleno de miles de brazos. Ahora el agua es suave, todo está en calma, respiro en la superficie y a lo lejos veo a los míos, recuerdo sus nombres, sus idiomas. Nado hacia la orilla y corres a abrazarme. Me envuelves como si no me hubieras visto en años, como si tú o yo hubiéramos vuelto de la muerte, tal vez ambos, y te abrazo, te quiero, te lleno de agua y de fuerza, y me hablas, me acaricias, me hablas al oído… y escucho y por fin comprendo tus sílabas tan breves, tan llenas de luz. Tus miles de brazos en mí.

Solo quiero dar las gracias a quien escoja las ilustraciones que van con cada texto. En mi caso, me parecen preciosas.