Poetas palestinos

Miguel Rubio Artiaga

Palestina

 

Levanto mi copa de vino
y se humedecen mis ojos.
No puedo luchar a su lado
pero sí puedo llorar,
con los poetas palestinos.
Los leo y leo mi rabia,
leo a Celaya nacido árabe,
al Lorca más florido.
Leo al Hernández en la cárcel,
al Machado más sabio,
al Blas de Otero más misterioso,
al Unamuno más arrepentido.
A Mahmud Darwin resucitado,
ya que nunca sus versos
estuvieron más vivos.
Veo, como hablan de ruinas antiguas,
de jardines legendarios,
de limoneros, de olivos,
de rosas, de glorias ya pasadas.
De ejércitos de amigos muertos,
en un silencio asesino.
Hablan de palacios de oro,
desde un rincón acorralado,
sembrado de los corazones rotos
de varias generaciones,
prisioneros en Campos de Refugiados.
Los leo y leo mi impotencia,
y siento su desespero,
me duele su dolor
reflejo de muchos dolores
y escudo de más miedos.
Me atraviesa la garganta,
un nudo cobárdemente acallado
de niños palestinos muertos.
Exterminio bendecido,
masacres colaterales,
campos de concentración,
asesinatos escogidos,
muros de la vergüenza,
tierras, casas usurpadas,
bombardeos masivos.
Todo, con los saludos
del mundo civilizado,
que mirando hacia otra parte,
le da todos los permisos.
No es Yahvé contra Alá.
Es una Tiranía contra un Pueblo,
con tres generaciones de guerreros,
que siempre se debe recordar,
el temple de las intifadas,
chiquillos y piedras contra tanques,
un ejército de sueños infantiles,
que no se deja esclavizar.
Levanto mi copa de vino
como harían ellos por mí.
No puedo estar a su lado,
pero sí puedo escribir
con los poetas palestinos.
Versos escritos con una pluma
vieja, de color oxidado y antes dorada,
que deja estampados los poemas
en un papel, con una textura
del color de las lágrimas impotentes
y hecha de amapolas secas y rojas.
Pueblo nacido para ser libre,
ejemplo ancestral de tolerancia,
que tiene encima de la espalda,
todo el peso del Mundo,
en forma de estrategias planeadas,
de intereses politizados,
de opresion basada en el terror,
murallas y alambradas.
No están abandonados,
son el espejo real del abandono.
No están oprimidos
son la opresión dibujada.
Fotograma por fotograma
de los sueños atormentados
que en Los Caprichos,
todavía sus ojos guardaban a fuego
la vista de la mirada de la muerte
y pintó para no volverse loco
negro sobre blanco.
Un pintor atormentado,
genial, solitario y sordo.
Son el Capricho más torturado.
La imagen de la muerte,
del miedo, del rincón tenebroso,
del fantasma desdentado,
de la pesadilla de un hombre libre,
que se niega a ser esclavo.
Desde mi idioma castellano,
preñado de palabres árabes,
desde mi sangre compartida
durante mil años.
Levanto mi copa de vino
y en silencio los abrazo,
y les tiendo firme la mano.
No puedo luchar por ellos
pero si puedo llorar
con los poetas palestinos.

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