Adriana Lisnovsky
Y después de El Gran Apagón, los niños fueron llevados a las plazas. Muertos sus juguetes virtuales, de pantallas mudas y negras.
Y no recordaron cómo o qué se hacía con esos antiguos artefactos de madera y hierro. Buscaban teclas, donde debía haber sudor. Espadas, ninjas y obstáculos, en el balanceo de la hamaca.
El tobogán pensó con tristeza en todas las colas infantiles que al deslizarse por él habían dejado su madera lustrosa. Ahora opaca, ajada y obsoleta.
