Allí donde ETA asesinó

Les presentamos, Allí donde ETA asesinó, escrito y fotografiado por Willy Uribe.
Una mirada limpia, bizarra, a los santuarios del dolor de ETA, publicada apenas unos días antes de que la banda anunciara su cese definitivo de la masacre.
Willy Uribe pasó todo un invierno visitando cada uno de esos lugares, preguntando a los vecinos, recordando a cada víctima y fotografiando el punto exacto a la hora exacta en que se cometió el crimen, cada crimen. Acompaña sus fotografías (es fotógrafo profesional, recuérdenlo) de breves textos (es novelista de raza, ya lo hemos dicho), y el resultado es pura poesía. Una obra que uribea con contundencia, como solo Uribe sabe hacerlo.

El prólogo (con una carga emotiva que engrandece a cualquiera que la escriba) ha sido obra de otro vasco que representa a vascos, Patxi López, Lehendakari.
A continuación, el texto con que el propio autor ha recibido la noticia de que el País Vasco acaba de nacer a una nueva realidad. Fascinante.
Tenemos por delante el trabajo de volver a convivir. Retomar aquello. Aunque hayamos sufrido varias contiendas civiles, los vascos supimos convivir aun en el mayor horror de la guerra. Después, llegaron los años en blanco y negro. Dos dictaduras, dos botas que se pisan los pies. El franquismo y ETA. Unos cincuenta años cada plaga. Súmese. Si en condiciones así una sociedad no sucumbe, es que es una sociedad invencible. La vasca no lo es. Ni legendaria ni romántica ni honrada, para demostrarlo, ahí está ETA, que no nació del aire.
El trabajo también incumbe a ese eufemismo que algunos llaman las consecuencias del conflicto. ¿Y cuál no? ¿Y dónde no? Porque las consecuencias también son, por nombrar alguna no poco importante, esas generaciones que han sentido pavor a definirse políticamente. No podría llamarle cobardía. No lo es. Es algo más sutil. Miles de guetos personales construidos desde dentro, desde el miedo inducido por la violencia física y el acoso diario a todos los niveles. Es lo que tienen las dictaduras y el quehacer de sus policías, la regularidad en la imposición. Jornada tras jornada durante decenios. Al igual que la libertad que asoma. Un futuro que también puede ser cotidiano. Que debe serlo.
Como la estructura franquista, la red de ETA deja profundas huellas de desolación, tristeza y silencio en nuestra sociedad. Huellas que condicionan su desarrollo. ETA ha sido vencida, era el final lógico, pero su veneno ha sido nefasto. Ahora debemos superarlo. Ahí no caben el odio y la ambigüedad, tan solo la aceptación plena de las reglas democráticas. Si eso no sucede, si hubiera una vuelta atrás, retrocederemos de golpe dos décadas. Como ya sabemos lo que hay allí, del mismo modo que sabemos lo frágiles, mezquinos y vulgares que somos los vascos, no vayamos también a pecar de estúpidos. En Euskadi, de la estupidez siempre se ha encargado ETA, con pistolas, por desgracia. Con una estrategia contraria incluso a sus propios objetivos. Esa pequeña frase de la declaración del 20 de octubre de 2011 es lo único sensato que han escrito sus comisarios políticos en toda su historia.
Hay muchísimo que echar en cara a los miembros de ETA y a quienes dicen qué se redacta y cuándo se publica. Esta decisión ha tardado demasiados muertos. Como sociedad, también a nivel individual en miles de casos, sufrir la amargura y la sinrazón de la violencia etarra es una condena superior a diez, quince o veinte años de cárcel. ¿No pensabais en ello? ¿En qué demonios pensabais entonces, txapotes y otegis de todos los calibres?
Los presos de ETA irán volviendo a Euskadi tarde o temprano, de un modo u otro, arrepentidos o no. Sus víctimas lo seguirán siendo. Habrá quienes perdonarán y tratarán de superarlo, asimilarlo. Olvidar, si pudieran. Otros, todo lo contrario. Todo ello en el día a día, jornada tras jornada. Pero con las armas convertidas en chatarra. Y no hablo de fotografías o vídeos, sino de las mentes de todas y cada una de las personas que han compartido, aplaudido, alentado o ejecutado los crímenes de ETA. Tenemos por delante el trabajo de lograr la libertad cotidiana dentro de las leyes que nos hemos otorgado o podamos otorgarnos el conjunto de los españoles, incluidas aquellas que en un hipotético futuro abran las puertas a la posibilidad de dejar de serlo.
Willy Uribe

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