Manuel Villa-Mabela
Me gusta Londres. Si alguien contradice mi afirmación… miente. No digo que me vuelva loco. No he dicho eso. Si Londres no me gustara no tendría problema en manifestarlo. Londres y yo no nos debemos nada. Bueno, Londres sí me debe alguna que otra pequeña cosa, algunos detalles de paz y serenidad, cuatro momentos de seguridad personal. Y muchas sonrisas. ¿Tan difícil es sonreír en anglosajón? Si existe alguna tara genética que les impida poner buena cara no hay nada más que decirlo y asunto terminado.
Soy persona muy mirada con las discapacidades humanas, sociales y patrióticas.
La verdad es que me enferma mucho la moral, no en exceso, sí lo suficiente, la desidia británica para farfullar cualquier lengua aunque sea por signos. Tal vez la responsabilidad de esta falta de conocimientos idiomáticos estribe en las autoridades anglosajonas en general. ¿Han formulado todos ellos alguna promesa de ignorancia hacia otras lenguas? Solo hablan el inglés ese que se nos mete como un virus por todas partes.
Yo quiero cartelitos con indicaciones en un buen puñado de idiomas en sus panaderías, en sus centros comerciales, en sus parkings y en sus burdeles. Me parece un despropósito, una traición a nuestras costumbres más ancestrales, que hasta las verduleras más recias y tradicionales de Portugal, Hungría o del Principado de Mónaco te suelten algún comentario o gracia en inglés mientras eliges entre el cardo o los pepinillos. Hay que dejarles de comprar inmediatamente para fustigarlas en el paredón de su propia gramática y no dejarlas en libertad hasta que escriban sin faltas de ortografía su propia lengua madre.
No hay nada más depresivo que pasearte por los aeropuertos ingleses, las bibliotecas británicas o los campos de concentración vecinal de los barrios marginales de la City y observar que no saben hablar otra cosa que el inglés. ¡Lo hacen a propósito! Te hablan en inglés como si estuvieras obligado a conocer su lengua, como si lo más natural del mundo fuera que todo bicho viviente tuviera que conocer el inglés de las narices. No tendrán cultura general y comerán de pena, no conocerán las costumbres de otros europeos ni calcular en euros, pero todos hablan inglés de forma desenvuelta mientras toman el té de las cinco.
¡Se acabó, hombre, tanta mamonada! Quiero formular una proclama internacional para celebrar en todo el mundo 24 horas sin hablar inglés, ¡que se jodan! A ver si entran en razón y se ponen todos ellos a aprender otro idioma que no sea el de Shakespeare. Si no habláramos inglés durante veinticuatro horas y se vieran obligados a hacerse entender para no ser desatendidos en sus veraneos, en sus comidas, sus cosas en general, igual se plantearían aprender algo tan exótico como una lengua ajena a la isla. ¡24 horas sin inglés!
Ya los veo esforzándose, cagándose de miedo, ante este acto talibán en defensa de las restantes lenguas del mundo. Es necesario que los isleños del otro lado del Canal sientan miedo del mundo civilizado, que sufran pánico por llegar a tierra extraña sin blindaje idiomático y que nadie les reciba con un “welcome” de bienvenida, ¡a la mierda, hombre! Lo dicho: 24 horas sin hablar inglés. Estamos obligados a rescatar a los anglosajones de su herejía cultural, convertirlos en habitantes sensibles del mundo y recordarles, una vez más, por ejemplo, que los seres angélicos nunca se han manifestado en inglés. Lo han hecho en hebrero, arameo, chino, hindi, francés, portugués, español, etc., etc. pero nunca en inglis pitinglis. Si pueden leer la Biblia en inglés es porque está traducida de la versión original, t r a d u c i d a. No quiero sugerir en ningún momento que desde el más allá empezaran antes que yo a poner barreras al inglés, pero su actuación al respecto no deja de ser un hecho que nos da que pensar.
Por si alguien se pregunta a estas alturas si tengo algo contra la lengua inglesa mi respuesta es firme y categórica: ¡no! Soy fiel seguidor de Vaughan Systems. Otra cosa es que me aburra el colonialismo de última generación. Si tenemos que elegir una lengua franca internacional ¿por qué no lo sometemos a referéndum mundial, aunque salga el latín, el sumerio o la jerga de un valle pintoresco? Esa podría ser una solución, o bien que para utilizar todos el inglés a nivel mundial los British y sus franquicias se comprometieran a hablar todos y cada uno de ellos una segunda lengua aunque sea a tropezones. En caso contrario: ¡24 horas sin hablar inglés, hombre!

Primero: no sé las verduleras de tu pueblo, pero las de Barcelona (donde yo vivo) no saben decir ni una sola palabra en inglés. Mis propios padres, que tienen una licenciatura cada uno, saben ni una sola palabra.Segundo: en Inglaterra hablan inglés, acéptalo. ¿Qué quieres? ¿Que en las panaderías los cartelitos estén traducidos al mongolo, suahil y sánscrito? En mí humilde opinión, éso no sería natural para nada. Además, cuando uno va a Inglaterra asume que la gente le hablará inglés así como cuando uno va a Rusia sabe que la gente le hablará ruso. Si quieres hacerte entender, ése es tu problema. Ellos no tienen porque aprender castellano para poder comunicarse contigo.Yo creo que, como máximo, podrían traducir las cosas al escocés, gaélico escocés, galés e irlandés, y no sé si se habla alguna otra lengua al Reino Unido. Éso para hacer deferencia a esas lenguas. Pero es ridículo pretender que lo traduzcan a otras lenguas cuando mucha gente ya sabe el inglés.Tercero: no estoy muy segura de ello, pero creo que, a parte del inglés, se estudia una segunda lengua como lengua extranjera.Cuarto: por favor, piensa antes de hablar.
En el tercer punto, me refería a Inglaterra. Es decir, que en Inglaterra aprenden más de una lengua.
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