El bote

Carlos E. Luján Andrade

Desembarco entre cascadas. Collage sobre cartón-Carlos E. Luján Andrade





Hace semanas que veo al bote flotar en el horizonte. Vengo todas las tardes a observarlo. No distingo tripulantes. Permanece en el mismo lugar, bamboleando como si un ancla evitara que se fuera a la deriva. Su madera conserva una pintura verde descolorida. En un extremo, una bandera blanca, roída, flamea tímidamente. ¿Lo habrán abandonado?

El cielo parece triste y las nubes lo cubren con desgano. No sé si lloverá o será otra tarde más sin viento. No se ve ninguna embarcación cerca; hace años que es así. Sin embargo, ese bote apareció como un espectro una mañana, cuando la niebla comenzó a disiparse. Nadie se atreve a nadar hacia él. Este mar es peligroso: se traga a quienes osan entrar. La playa está abandonada desde que tengo memoria.

En las conversaciones del pueblo la intriga crece, y presiento que alguien intentará llegar a la embarcación. Comienzo a creer que es un artilugio del océano para capturar almas curiosas, como aquellos seres marinos que, con su propio cuerpo, simulan una presa para atraer a sus víctimas. Mi pregunta es: ¿aprendió el mar de ellos, o ellos del mar?

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