Vivir ahogando memorias es no vivir…

Lala González

 A Lady Playing the Piano (c.1900)-Carl Holsøe




«No hay agonía más grande
que quedarte con historia sin contar guardada.»
Maya Angelou

Vivir ahogando memorias es no vivir. Es la negación de lo sucedido en la historia que forma nuestras grietas. Se que esto puede causar temor, pues son muchos los que están ahí, esperando cualquier desliz para enjuiciar y apedrear. Yo no temo, me confieso una vez más.

Me conocen por la “apertura” de mis letras. Es cierto. Más también he ocultado en ellas sentimientos y pensares que me hacían/hacen aún más transgresora e irreverente de lo que podrían imaginar. Oculté en mis poemas, haber amado hasta dolerme amar.

Me enamoré perdidamente a través de una entrevista. Ya le había leído y estudiado en su página. Me llamaba mucho la atención sus letras. Su adicción al café, era otra obsesión para mí. Me lancé, sabiendo a lo que me estaba exponiendo y le entrevisté para uno de los blogs que dirigía en aquellos tiempos. Cada pregunta contestada, era como si me estuviese leyendo el alma. Sentí que era mi alma gemela, lo supe. Salí huyendo.

Cada noche era un tormento. En mis horas de desolación, recorría en silencio sus insomnios. Trataba de evadirle, infructuosa aventura, siempre sucumbía. Imaginaba una vida a su lado, la vida que no estaba llevando. Muchas veces lloré en silencio, otras veces, pequé con mi cuerpo.

Huía por mi condición, por estar casada, no lo niego. Huía por respeto a mi marido, el que había escogido años atrás. Ese vacío que sentía, el que estaba viviendo, fue escogido. Solo por eso huía.

Entonces viene la interrogante, ¿Cuántas mujeres pasan por esto y huyen? ¿Cuántas se lanzan sin pensarlo dos veces, no importando las consecuencias? Yo decidí asumir la huida. Preferí sufrir en soledad este amor que comenzaba a crecer. Asumí la postura de la señora, anhelando en verdad estar en brazos de alguien más. Sí, fui vicariamente adúltera.

Cada taza de café que compartía en mi página, era para mí una ilusión compartida. Cada vez que “mi pecado amado me regalaba” una de sus tazas, las mariposas cubrían mi cuerpo y algo más. Desconocía por completo la angustia de amor que quemaba mi alma y también ese más. Angustia que morbosamente disfrutaba en mi oscuro silencio.

Pasaron los años… como pasaron las nubes en mis desvelos.

Una noche, ya libre de toda atadura social, me lancé nuevamente con otra entrevista. Esta otra entrevista no era para blog alguno, era para mí. Solo para mí, que me había decidido a amarle sin miedos. Como quien ha decidido vivir a plenitud, le pregunté: “¿Estás con alguien?”. A lo que luego de un microsegundo de silencio, respondió: “No”. Sonreí como ahora sigo sonriendo.

Entonces, fue el comienzo real de esta confesión.

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