Ítalo Costa Gómez

¿Quién no vive sus momentos dramáticos? Todos hemos tenido nuestros cinco minutos de Victoria Ruffo en los que lloramos, pataleamos, jodemos y hacemos tormentas revolucionarias en vasos de limonada frozen. Yo me atoro de risa cuando – tras el momento “Pasión de Gavilanes” – me doy cuenta que he exagerado horrible y me da vergüenza, pero tengo la suerte de tener compañías tolerantes.
Cuando era chiquillo era mucho más novelero y me afectaba por huevadas mientras me flagelaba a mí mismo escuchando Laura Pausini.
[Marco se ha marchado para no volver, el tren de la mañana llega ya sin él, es solo un corazón con alma de metaaal, en esta niebla gris que envuelve la ciudaaaaaaad]
Para ejemplo un botón.
Cuenta la historia que yo salía con un patini. Ni siquiera estábamos en una relación formal (creo que nunca he tenido una de esas), solo salíamos juntos a comer o a ver pelas en su casa (you know what I mean… En esos tiempos no había Netflix. Blue ray nomas). La cosa tenía sus momentos romanticones, nada trascendente.
Había llegado su cumpleaños y yo alucinaba demencialmente que era el momento indicado para que me oficialice y me presente. Ahora que lo estoy redactando pienso en que ni siquiera me gustaba taaaaanto y no teníamos mucho tema de conversación. No le gustaba leer ni compartíamos intereses en común. Ni siquiera sabía escuchar, pero tenía el sentido del humor desarrollado; sin mencionar la imponencia de su calzado a cualquiera turbaba los sentidos.
Iba a hacer una reunión en su casa y yo estaba ayudando con todo. Era la «señora» del hogar. Ponía flores en los jarrones y me aseguraba de que las chica que ayudaba tuviera todo listo y yo no llegaba a los veinte años. Llegó un momento en el que la muchacha de los quehaceres ya no le preguntaba nada al brother. Todas las consultas sobre los platos y los cócteles me las hacía a mí mientras mi “chochera cariñosón” se mataba de risa.
-Estás en casa tú… Me gusta eso. Estás en tu salsa. – me animaba. Claro, le convenía.
Empezó la cosa a ponerse intensa cuando ya todo estaba listo para la reu y yo me iba a mi propia casa a arreglar.
-Ya me voy. Me baño, me arreglo un poco y regreso. Serán tres horas máximo en total. No sé si ir a la peluquería. Creo que sí la hago.
-¿Peluquería?, mucha vaina. Así nomas estás bien. Van a venir tres pendejos y nadie se fija en nada. Van a estar fumadazos.
-Igual, quiero estar bien.
-Es que estás bien.
[Qué manera de meterse en si iba o no a la peluquería. A él qué le importaba. Me da cólera de acordarme]
-¿Qué pasa?, ¿Cuál es el problema? Quiero ir a la peluquería para ver al gatito de la peluquera, por último.
-JAAAAAAJAAA tú estás creyendo que te voy a pedir la mano, creo. Avísame tu plan y me pongo terno. – en buena onda, tratando de quitarle hierro al asunto.
-Que gracioso, Cachín es un huevon a tu lado.
-Ítalo, te estás molestando conmigo sin ninguna razón.
-Ah, ¿sí? No hay razones. Soy un idiota entonces. Yo comprando girasoles para tu fiesta hecho un boludo… ¿Sabes qué? Ya me voy. No voy a regresar. Pásala bonito.
-¿Por qué? ¡Tienes que venir pues!, ¡Es mi cumpleaños! Ya perdóname, te pido la mano, pero ven JAJAJAJAJAJA.
-No entiendo de qué te ríes, te quiero pegar horrible. – su carcajada me enojaba más.
-Ven, ven… abrázame. – Con él no era y yo le quería romper una maceta en la cabeza.
-¿Abrázame? Que tu vieja te abrace.
He agarrado mis cosas y he tirado la puerta. «Betty la Fea” y “Pobre Diabla Enamorada” en mix. La Verónica Castro y la Lucía Mendez eran dos pulpinas, yo mismo era. “Italo, mi pequeño dramático” de lunes a viernes casera. Me fui llorando enervado a tomar mi taxi.
¡Qué vergüenza! No fui al cumpleaños y eventualmente dejé de salir con el falso Cachín a pesar de que me llamó varias veces y me dejaba mensajes como “ven pues, ya está la marcha nupcial.”
Yo no respondía nada. Su barco había zarpado.
[Si no supiste amar, ahora te puedes marchar]
Y así se cuenta la historia de como dejé expuesto mi lado sensible de la manera más asquerosa que puede haber. Lo bueno es que he cambiado para bien.
¿No me creen?, ¿Qué les pasa?
¡Los odio! Olviden mi nombre, mi cara, mi casa, mis curvas, mi linaje y peguen la vuelta.