Miguel Rubio Artiaga

Penumbra de salón oscuro.
En el centro un almendro
con racimos de flores negras.
Cuanto más negras más bellas.
Todo huele a abandono
a soledad, a tristeza
igual a un cementerio
con sus coronas de flores secas.
Allí quedaron las lágrimas amargas
con su letanías de llantos
los hipócritas pésames
y la oración obligada.
Después y cumplido el ceremonial
los últimos besos
y cada uno a su casa.
Siempre habrá muertos
es un negocio seguro
sonríen las floristerías
sonríen las funerarias.