Mac Inculking visita Ciudad Bilboa

Documentos Inculking Confidencial:
Entrevista secreta a Willy Uribe sobre Ciudad Bilboa (y sin y Willy Uribe, a fin de no levantar sospechas).
 
No fue fácil dar con WU. Cuando lo conseguí, aún me quedaba el paso más complicado, que era establecer una conversación en condiciones. Para ello, de todas mis apariencias posibles tuve que escoger la única que me permitía saltar barreras y puertas sin oposición. Me travestí de troyano. Una apariencia incómoda y fea de código binario, pero eficaz, mucho mejor que la de virus, dónde va a parar. Con otras anteriores apariencias todo esfuerzo por alcanzar a WU había sido baldío: como surfer me desconcertó, hoy cogía olas en el norte y al día siguiente se distopizaba en Marruecos, o en Francia, o en la Costa Oeste, en fin, sitios fríos todos, e inaccesibles en bicicleta, que es el único medio que me considero capaz de dominar; en avión no lograba tampoco echarle redes, aunque él sí me fotografió a mí un par de veces, una en los Monegros, y otra en pelotas; WU cambia continuamente de coche, eso fue otro hándicap, imposible de salvar ni siquiera con mis buenas piernas de ciclista y mi afición a los esteroides nacionales. Un tipo escurridizo. 
Pero ahora como troyano he conseguido inocularme en su territorio. Me encuentro en su habitación, que es disímil. Es grande a veces, y otras es pequeña. Acogedora, pero puede resultar refractaria en el momento menos esperado. Huele a comida todo el tiempo, y a vino, supongo que Rioja, y a llaves oxidadas. No a cualquier objeto de hierro, sino a llave, indefectiblemente oxidada. Hay escritores aficionados a chupar cualquier cosa mientras dan forma a sus proyectos, pero WU es aficionado a hacerlo con llaves oxidadas. Sí, es un tipo duro. Logro por fin acceder a sus circuitos y aparezco en su monitor sub specie de emoticono beodo: descubro que está ensayando un aurresku. Eso siempre tranquiliza. Si baila el aurresku, es que la conversación tendrá buen arranque. Le hablo con prisa cuántica, antes de que se le tuerza el gesto.
Mac Inculking: Señor Uribe, ¿da usted su permiso?
Willy Uribe: Gabón, tío. Adelante, adelante. Destroyanízate el código y ponte cómodo. Estoy liándome un de esto para fumármelo con tu permiso.
MI: Me encuentro haciendo una prospección acerca de un libro suyo que recién reeditó La Circular Ediciones, Ciudad Bilboa. (Inopinadamente me travisto ahora en mexicano, supongo que para desconcertarlo).
WU: Hmmm.
MI: Un libro disímil. Relatos disímiles. La ciudad es disímil como esta habitación. ¿De dónde sacó una ciudad como Bilboa?
WU:
MI: Órale, pues mientras acaba de encenderse el peta, puedo adelantar que usted nació en Bilbao. Conoce bien el carácter bilbaino. ¿Se deja envasar en forma escrita, da su brazo a torcer ese carácter a la hora de narrar?
WU: Yo soy más de Ciudad Bilboa, una ciudad que es mía entera. Bilbao tiene más voceros, ahí no entro.

Sonrío, soy un troyano afable de momento y soportaré sus rodeos para conseguir la información que busco. 

MI: Nuestros lectores deben saber que Bilboa en realidad es Bilbao en disléxico.
WU: He dicho que soy de Bilboa. Y la esencia de Bilboa está en ese libro. Yo también estoy en ese libro. Mi gente, mis vecinos, incluso Bilbao está en ese libro. ¿Quieres un gintonic? (Ahora se gira y me da la espalda. Huelo a ginebra, pero huelo más a peta).
MI: Bilboa parece ser una ciudad filosa, por lo que veo en estas páginas. A la que te descuidas te atraviesa la piel, y lo hace con un filo oxidado. Duele. ¿Por qué tanta atracción por el óxido?
WU:
MI:  Pero vos describís una ciudad creíble, lunfarda. (Ahora que hablo en porteño lo he pillado a contrapié, ha arrugado la nariz. Meto la directa y pregunto). Para contar esos relatos, tenés que haber sufrido muchos tajos. Tenés que conocer la mala vida. 
WU:¿A qué te refieres?
MI: Al aire de la ría, que huele a maquillaje, un olor pesado y podrido, por ejemplo. O a esos personajes que se llaman por teléfono y se odian con un odio sincero. El elenco de actores, ¿ha salido de su cabeza?
WU: Ha salido entero de la cabeza de Bilboa. Ella les da vida, y me los va sirviendo a continuación. Con algunos de esos personajes he llegado a intimar en mis paseos, y de sus largas confesiones he extraído estas historias. Son gente de gesto duro, sí. 

Dice esto y se va a la ventana para darle la última calada al peta. Lo apura bien y lanza la colilla al vacío. La habitación tiene una sola ventana. El ordenador tiene otra, pero está bloqueada mientras permanezco yo con mi apariencia de troyano. Creo que Willy ha perdido la concentración. Cuelga su vista sobre la ciudad que se ve al fondo. Sospecho que se trata de Bilboa, pero disimulo para ver si él se confiesa.

MI: Hablemos de técnica literaria. Quisiera que me comentaras cuál es tu percepción del lector ideal, ese en el que piensas mientras elaboras las tramas de tus relatos.
WU: Oye tío, ¿tú dónde has estudiado crítica literaria? A ver si te enteras de que esas tramas son las que me elaboran a mí. Yo me limito a resumirlas, y las escribo en ese ordenador viejo de donde has salido tú, me limito a darles forma de relato. El lector ideal, el lector ideal… A mí me preocupa narrar bien, y eso ya es complicado, como para ponerme también a pensar en el que me estará mirando cuando acabe. Y deja de preguntar idioteces, troyano de los cojones.


Tiene en la mano un mando a distancia, de la tele. Está a punto de darle, pero se retiene. Rebulle sobre el sofá y se cruza los brazos. Da una calada larga. El peta está en fase final.

MI: Insisto: en estos relatos se evidencia una actitud frente al mundo, una forma de mirarlo. Es obvio que utiliza un tamiz que solo deja pasar lo que a usted le parece esencial. Y lo que para usted es esencial, para muchos va a resultar descorazonador.
WU: Mis relatos duelen. A mí, más que a nadie. Pero el dolor es el testigo de que la maquinaria que tenemos aquí dentro (se atiza con el puño en el coco) sigue funcionando. Antes eso que dormirse.
MI: Hay una cierta recurrencia de los animales en sus relatos: empleados contra cucarachas, ranas que mueren secas, maderos rojos, verdes, azules y marrones.
WU: Sí, son todos bichos repulsivos. Qué la vamos a hacer, Bilboa está infectada. También abundan ahí los borrachos, los bocazas de la patria, la gente sin futuro, los empleados en oficios de mierda. Bichos. Son conscientes de que no son más que bichos.
MI: Creo encontrar ecos de Baroja en esa mirada distante y tensa, esa forma como de analizar bisturí en ristre a cada individuo, y dentro de él, una tras otra las facetas de su personalidad.
WU: Vale, muchacho. Si tú lo dices…


Ahora sí le da a la tele. Creo que no tiene muchas ganas de seguir por ese camino. Vale. Estoy dispuesto a pelear con sus reglas. Me pongo a mirar los programas por los que zapea, seguro que dicen algo más acerca de él. Se detiene varias veces en las noticias. El tiempo es otro de sus puntos de atención.


MI: Parece que hay temporal en el Cantábrico.
WU: …
MI: Con temporal, las olas están imposibles.
WU: Con temporal, ¿quién piensa en coger olas? A mí me preocupa que con temporal no hay pesca, y mucha gente se tiene que quedar en su casa. Los pescadores no llevan bien estar en su casa. La vida se les apaga si no están en la mar. 
MI: Hay escritores que ni siquiera ven las noticias. Ya sabe, esos que confían en apurar la vida en un continuo paseo autour de la chambre.
WU: La vida es una cosa distinta según quien la viva, y según cómo la cuente. Yo vivo fuera de mi habitación, y cuento historias sin adornarlas.


Se levanta y empieza a dar vueltas alrededor del sofá. Mira por la ventana, se sienta, y vuelve a mirar. Probablemente ha hablado conmigo más que en todo el último mes junto. 


MI: Antes de acabar, quisiera pedirle un consejo para la vida.
WU: Déjate de imbecilidades. Uno vive, y hace su camino como dice Machado. Yo no soy nadie para decir a ninguno cómo hay que vivir. Si no lo sé ni yo mismo.
MI: Hombre, usted ha vivido, y sobre todo ha viajado mucho. Me consta que sigue viajando mucho, y que incluso lo hace como un lobo solitario.
WU: Lo necesito para mí. Necesito verme en el límite para descubrir exactamente qué soy yo. Mucha gente no necesita llegar tan lejos. A mucha gente esa sola idea la paraliza.
MI: Che, eso estuvo macanudo.
Mira, tío. Yo soy de hablar poco. Lo que sé, lo escribo. Léete el libro. Dile a la gente que lea el libro, y no hace falta que lo analicen. Que lo disfruten, y punto.
MI: Pero yo soy un indagador.
WU: Me voy a liar otro peta. Por cierto, ¿tienes ahí el libro?
MI: Aquí está. ¿Nadie te ha dicho que el robot da mal rollo? Pues sí, lo da. Tiene un aire de demócrata arrepentido mirando el calendario que queda por delante.
WU: Ahora lo vas a entender. Lee la última frase del libro.
MI: …A ver… Sí, la tengo: Cercenadas las esperanzas, felices sin ilusiones… ¿Ese robot entonces, es feliz?


No me responde. Ha desaparecido de mi campo de visión. Mientras, reviso mis apuntes, y me despisto por unos segundos. Willy Uribe aparece otra vez, se ha quitado las gafas y viene directo hacia el ordenador. Me sonríe. En la mano sostiene otra copa de vino (Rioja, supongo) y me mira con aviesas intenciones. No creo que sea capaz de acabar con esto, me quedan todavía una sarta larga de preguntas ahora que he logrado recuperar el código binario de la chuleta que traía. Intento cambiar mi estilo, y ahora le hablo en jerga nocillera. Me da una patada en la espinilla y se echa a reír. Da un trago a la copa y me enseña los dientes, en la mano libre ahora tiene bien cogido el ratón. Lo gira con soltura elaborando círculos sobre un buró viejo, muy viejo, donde descansa el ordenador en cuya placa me he infiltrado. Entonces ocurre. En la pantalla aparece un banner con la leyenda Tengo sitio libre, y empiezan a cubrirme ventanas de fotos con diversos motivos. Abundan las que son imágenes tomadas desde el cielo, y otras de olas y de gente junto al mar. WU es fotógrafo profesional. Al cabo desaparezco bajo las fotos y me cuesta respirar. Ya no veo a WU. Oigo música de la Creedence Clearwater Revival a todo volumen. El antivirus me da una colleja y tengo que salir por piernas. Ha acertado con el logaritmo. Es la última versión del antivirus Bilboa 2.0.
Vuelvo a casa. Lo hago lentamente porque en Telefónica están de huelga a causa de la ola de EREs y la línea va como el tren de la feria. Nada más salir del router me despojo del código binario que es lo más hortera que he visto en los últimos tiempos. Las preguntas han llegado enteras, pero me he dejado otras tantas sin tan siquiera haberlas formulado. No sé a qué se debe mi torpeza. Por suerte tengo en mis manos Ciudad Bilboa, esa colección de relatos que ha reeditado La Circular Ediciones para corregir la injusticia de que se quedara en el olvido. Ahí está todo lo que no me ha llegado a decir. Vuelvo a abrirlo y huelo otra vez el aire de la ría, el vino, también el óxido. Huelo a Uribe y me gusta.
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Irreverentes.Redacción.


La obra Ciudad Bilboa se publicó originalmente en 1998. Incluye relatos del autor escritos entre 1989 y 1998 en los que aborda motivos reales y otros imaginarios incrustados en una ciudad forjada como un patchwork a base de piezas de diversa procedencia. A los que aman a Uribe les parecerá un regalo inesperado: son relatos y son tanteos, pero en ellos está entero el pulso de Uribe, esa vocación tan suya de narrar disciplinadamente el frío que habita lo humano. Junto con sus obras últimas, Cuadrante las Planas y Los que hemos amado forma un mural sólido, compensado, íntegro. No sería inteligente dejarlo marchar ahora que se reedita, y lo pueden encontrar AQUÍ. 

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