Tesoros de El Prado

Helena Garrote Carmena

The Synagogue in Frankfurt am Main (1919)-Max Beckmann



Por las mañanas la calle principal de mi barrio se llena de furgonetas de reparto. Se aglomeran junto al mercado dificultando el tráfico, abriendo y cerrando sus grandes puertas como una manada de blancos elefantes. Abundan las fruterías orientales y los comercios de retales llenos de mujeres con el pelo del color del trigo en verano. Revuelven en los montones de telas, cargan sus bolsas y luego se sientan a echar el cigarro en las terrazas de los bares con nombres que evocan paraísos: COSTA VERDE, BAR MANILA o LAS PALMERAS (especialidad en caracoles). Frente a la farmacia hay un parque con columpios, una fuente potable clausurada y un kiosco de prensa que lleva mucho tiempo cerrado, acorralado por un charco donde beben los gorriones.

Mi barrio huele a kebab y suena a bachata y reggaetón. Y hay perros, muchos perros con pedigrí tirando de muchachas de largas y negras melenas, cinturas minúsculas y culos como melocotones enfundados en chandals rosados del Decatlhon. Ellas son las reinas. Las herederas de un futuro con promesas de dos por uno. Cuando paso por delante de las viviendas bajas veo algún marido en camiseta, adormilado en su sofá frente a su televisor de 55», tal vez soñando con Benidorm.

Los viejos de mi barrio compran lotería y cenan pescadillas y melón. Todos sufren las secuelas de haber padecido algún tipo de tristeza. Caminan encorvados, o con un acompasado balanceo, porque al final la pena se les ha agarrado a las articulaciones. Las mujeres la llevan en el rostro en forma de cauce seco que va desde la nariz hasta la comisura de la boca.

En mi barrio no se santifican los domingos, pero se respeta la siesta, se celebra el gol y se reclama la tapa si no llega. Por sus calles empinadas y estrechas apenas corre el aire. Los balcones se abarrotan de trastos y los gatos se esconden en los bajos de los coches con los ojos muy abiertos, preguntándose si la guerra ya ha terminado. Mi barrio está muy vivo. Si pones atención, puedes escuchar el retumbar de su latido sobre el asfalto cada vez que pasa el autobús.

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