Carla Demark

Para mis hijos
Los miro cuando duermen,
y se me hacen
esperanzas detenidas.
Dos migajas de pan bueno
alimentándome la vida.
El final de los destierros
es la hora en que me miran.
Y cuando ellos despiertan
la oscuridad muere
en luz y risa:
dos cristales de alguna estrella
traslúcidos de vida.
Ahora esta madre serena
tiene un hijo en cada mano:
una balanza perfecta
los tres cuerpos encontrados.
Soy quien soy
y eso es sólo
porque los dos me nombraron:
atrás quedó la joven inquieta
con sed de viento y migrar de pájaro.
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