Alberto Ernesto Feldman
Personajes:
Carlota: Mujer altiva y desdeñosa, pero con sentido del humor.
Leticia: Mujer tierna y tolerante, pero hasta un límite.
Guillermina: Mujer de hoy: requiere un socio para todo. Eligió mal.
Almo: Héroe a pesar suyo. Una hoja al viento, valiente y haragán.
Narrador: (con voz “culturosa” de locutor oficial)
Distinguido público: Estamos aquí reunidos una vez más para recordar a una figura insigne de nuestra Patria.
La epopeya de nuestro héroe durante las guerras de la Independencia ha sido difundida ampliamente por la Historia Oficial.
Un poco menos conocida fue su última acción, muchos años más tarde, durante la Campaña del Desierto. Una carga al galope, sable en mano, completamente solo contra 2.500 indios.
Pero gracias a las investigaciones de los historiadores revisionistas Pachulí O´Donel y Felipe Trompada, hemos podido conocer en profundidad otra faceta de nuestro héroe, la amorosa, y ese aspecto de su vida, es el que hoy destacaremos.
Se dice que detrás de un gran hombre, siempre se encuentra una gran mujer. En el caso de Almo, tres fueron las grandes mujeres que influyeron en su vida.
La primera de ellas fue Carlota, una dama de la Alta Sociedad, a la que nuestro héroe conoció casualmente mientras ejercía su oficio de carnicero en un local del mercado de San Telmo.
Fue un flechazo a primera vista, pero mejor escuchemos a los mismos protagonistas, intercambiando unas palabras, que parecen haber sido dictadas por el Ángel de la Seducción:
CARLOTA: ( entra al local y se dirige directamente al carnicero, con aires de reina) ¿Señor, tiene costillas de cerdo?
ALMO: (con suficiencia) Si señora, ¡siempre tengo!
CARLOTA: (divertida) ¡Ja! ¡Entonces usted es un monstruo! ¡Hágase revisar por un veterinario!…
ALMO: (irritado, midiendo las palabras) Señora… ¡Usted tiene patas de gallo, y no por eso es una gallina!…
CARLOTA: (altiva) ¡Que descaro!… ¡ya tendrá noticias mías!… ¡Yo le voy a enseñar quién es la señora del doctor Gallo Zorrainquieta!…
ALMO: (divertido) ¡Ja, ja, ja!…¡La señora del Gallo!…¡Al fin de cuentas, usted es realmente una gallina!…
CARLOTA: (gritando) ¡Y usted, un chancho insolente!…¡Qué se puede esperar de un descuartizador serial!..(sale ofendidísima).
ALMO: (desatado) Pero…por qué no te vas a ca…minar!
Narrador: ( con naturalidad)
Almo se sintió muy desdichado. Las palabras de Carlota, que interpretó como debidas a diferencias de clase social, lo sumieron en una gran depresión.
Además, el saber casada a quien le había inspirado sentimientos tan profundos, le produjo una crisis de celos de la que tardó en reponerse.
Perdió las ganas de trabajar en relación de dependencia y así, desencantado y todo, aprovechó una curiosa particularidad suya, la de poder hacer el amor leyendo la revista “Goles” para saber cómo forma el equipo de River el domingo, y se dedicó primero al cine porno y luego, visto su éxito, a la profesión de “Taxi boy”.
Volvió a contactarse con Leticia, su primera novia, una joven dulce y tolerante que todo le perdonaba y que se constituyó en un bálsamo para su sensibilidad lastimada, pero al cabo de un par de meses de convivencia, la paciencia de ella se agotó: no podía compartir a Almo con unas ochenta mujeres por semana.
Pero oigamos discretamente una de sus frecuentes disputas…, con perdón de la palabra:
ALMO: (canchero) ¿Qué onda hoy?
LETICIA: (resentida) Me duele la cabeza.
ALMO: ¿Otra vez?… ¡no puede ser!, ¡hoy no, por esto; mañana no, por aquello!…
LETICIA: (dolorida) ¡Todos los hombres son iguales, obbbbbvio, solo piensan en eso!..
ALMO: (haciéndose el gracioso) No es verdad, también pensamos en YPF y en Repsol,… y no pongas más excusas…, ¿Vos sabés las mujeres que tengo?
LETICIA: No las conté; pero me tratabas de otro modo antes, cuando todavía no trabajabas de “taxi boy”.
ALMO: (justificándose) Y bueno…, es lo que pude conseguir. Ahora para cualquier cosa te piden el secundario…
LETICIA: (con violencia) ¡Ya basta!!! Con ese trabajo tan estresante, en realidad me estás corriendo con la vaina. Esto es cosa de dos: ¡Sos tan responsable como yo si esto no funciona!…
ALMO: Y… bueh…son gajes del oficio. Lo que pasa es que todo tiempo pasado fue mejor. Se acabó la Sociedad de Bienestar, donde todo era joya, nunca taxi.
Narrador: ( con naturalidad)
Ese fue el fin de su relación con Leticia, pero justo en ese momento llegó a su vida quien catapultó al bueno de Almo al podio de los héroes, Guillermina, con quien se casó formalmente. Dejó su ocupación de “Taxi boy” y quiso comenzar otra vida, pero no conseguía trabajo. A su natural haraganería se agregó una gran crisis laboral.
Al principio las exigencias de su mujer eran simples, pero fueron aumentando hasta límites insospechados y determinaron la separación de la pareja y su incorporación al Ejército, donde su vida acabaría heroicamente. Así y todo, siempre reconoció que con Guillermina había pasado los mejores diez minutos de su vida.
Pero mejor oigámoslos a ellos:
GUILLERMINA: (con ironía, a pocos días de casados) El señor parece que no va a comer hoy… ¿Se queda en la cama o va a ir a hacer las compras conmigo?…
ALMO: ¡UFA!… Tengo un poco de jaqueca. ¿No podrías traerme dos botellas de cerveza y una caja de Chesterfield? …
GUILLERMINA: (mientras se escucha de fondo “All my loving”) Hace quince días que estamos casados, y vos meta fumar y fumar, escuchando a los Beatles todo el día y tomando cerveza … ¿No se te ocurre alguna vez limpiar los ceniceros?… ¿o pasar un poco la escoba por el living? …
ALMO: (se apaga la música) ¡UFA!… anteayer puse la mesa. ¿eso no vale nada? Hoy me levanté y te abrí la puerta cuando te fuiste a trabajar ¡Ni las gracias!. Es inútil, todo lo que hago es poco para vos, sos insaciable… ¡Justamente el próximo domingo pensaba sacar a pasear al perro para ahorrarte el trabajo de todos los días!… ¡ Me quitaste las ganas!…
GUILLERMINA: (conteniéndose )Bichi, hoy estamos recién a lunes, ¡Qué bueno que sos!, debo estar ciega para no apreciar tanta colaboración; decime, Almo: ¿no te gustaría ir con el general San Martín a libertar a Chile y al Perú?,.. dicen que las playas del Pacífico son tan lindas!…¡Llevá un abrigo por las dudas!
Narrador: ( otra vez con voz culturosa)
Con tal de no escuchar más a su mujer con sus ironías y sus exigencias, Almo cruzó los Andes, volviendo junto a ella siete años después, convertido en un héroe, muy engreído y más haragán que nunca. Ella lo aguantó unos cuantos años más y un día, como al pasar, le comentó que el marido de la vecina del 3° B, que se había alistado con el general Roca en la Campaña del Desierto, se había ganado un terrenito, donado por los indios, en Bariloche, cerca del hotel Llao-Llao.
Y allí se fue nuestro amigo, y allí se apagó su buena estrella, muriendo heroicamente en los llanos de Curuzú Ladeao.
Completamente solo contra 2.500 indios armados hasta los dientes, Almo, por tener los auriculares puestos escuchando a los Beatles, no oyó el clarín tocando a retirada, y mientras su regimiento daba media vuelta y huía despavorido, él, solito nomás, le metió para adelante al galope, revoleando el sable como un ventilador.
De él, no quedó nada. En las estatuas donde se lo recuerda se aprecia un triste caballo sin jinete y una placa de bronce con lo que se cree fueron sus últimas palabras: “…¡Má qué desierto ni desierto; esto está lleno de indios por todos lados!…
Comienza “All my living”, aumenta el volumen primero gradual y luego rápidamente hasta ensordecer y cesa bruscamente mientras cae el TELÓN.
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