Juan Alberto Campoy
La escena no puede ser más enternecedora. Una dulce y encantadora niña de doce años, melena corta y lazo blanco en el pelo hace entrega de un bonito ramo de flores a un señor mayor en el día de su cumpleaños. Previamente, la niña ha leído en voz alta, en presencia de los numerosos invitados, un hermoso poema y unas palabras de felicitación. Hasta aquí todo va bien. Vayamos a los detalles. El señor mayor no es, como cabría suponer, ningún familiar de la niña, sino que se trata del jefe de su papá. Su nombre es José Vissariónovich Dzhugashvili. Quizá esto no le diga nada al lector. Pero, seguro que sí le dirá algo el nombre de José Stalin, por el que era conocido. Stalin quiere decir “hecho de acero”, y quizá en eso no mentía el dictador ruso, que fue un auténtico desalmado toda su vida. En otras cosas sí que mentía. Por ejemplo, por alguna razón que todavía se desconoce, cambió oficialmente su fecha de nacimiento. Por tanto, ese día no era, en realidad, el día de su septuagésimo cumpleaños, el cual había ocurrido hacía exactamente un año y tres días. La niña desconoce este hecho. Así como desconoce el hecho de que el jefe de su papá mandara asesinar a su mamá. Su mamá y el tío Mikhail habían sido detenidos por frecuentar la compañía de León Trotsky. No fue eximente de ningún tipo que ambos fueran cuñados del hijo del acérrimo enemigo de Stalin. Su mamá tuvo la suerte de que su marido, el papá de la niña, intercediera por ella, pero, en lugar de estar agradecida y callada, la mujer se empecinó en salvar a su hermano, y, claro, pasó lo que pasó. La niña, ajena a todos estos pormenores, le entrega las flores al viejecito con todo el cariño del mundo.
Nota: En un alarde de humor negro, Stalin le dijo a Poskrebyshev (su secretario personal, el papá de la niña) que no se preocupara, ya que el Partido le conseguiría otra esposa. Efectivamente, al año siguiente contrajo nuevas nupcias. Lástima que, diez años después, Stalin también la mandara fusilar.
