DIARIO DE UN BOOMER: Estaba yo tranquilamente leyendo el periódico

Juan Alberto Campoy





Nos visita mi hermano Ignacio y mi cuñada Raquel. Ella y yo nos encontramos arrellanados en sendos sillones del amplio salón. Me doy cuenta de que me mira fijamente durante un breve espacio de tiempo. No le doy la menor importancia. Supongo que habrá observado en mí algo que le llama la atención. Me habrá notado un poco más viejo que antes del verano. Quizá se trate de alguna arruga que todavía no tuviera catalogada. O quizá me vea un poco más calvo de lo que recordaba. Qué sé yo. Mientras no me lo haga saber, ya está bien. Yo sigo enfrascado en la lectura del periódico. Al cabo de quince minutos (minuto arriba, minuto abajo), vuelve a mirarme con intensidad, pero, en esta ocasión me suelta: “¿En esta casa se lee el ABC?”. Me lo pregunta con un tono mitad de sorpresa, mitad de recriminación. Aunque es triste tener que defenderse por las cosas que uno lee (a no ser que se trate del Mein Kampf o de algo parecido), le respondo algo así como: “Bueno, en esta casa nada más que estamos mi madre y yo, y, habida cuenta de que soy yo el que ahora mismo lo está leyendo, creo que lo que, en realidad, me quieres preguntar es si yo, concretamente yo, leo el ABC. Pues sí, leo el ABC. Y aunque no sea necesario darte una explicación por ello y ni siquiera me la estés pidiendo, te diré que he leído El País desde el mismo día de su fundación hasta hace bien poco, cuando el tufo a servilismo gubernamental era ya insoportable. El País se ha convertido en un órgano de propaganda sanchista, y, aunque no niego que sea un buen periódico, su línea editorial es inasumible para cualquiera que tenga dos dedos de frente, y además supone una traición a lo que este diario ha supuesto para la democracia española durante décadas. Y si te preguntas: ‘¿ sí, sí, pero por qué te has pasado precisamente al ABC, por qué te has pasado al otro lado, al lado oscuro?’, te diré que no creo en lados buenos ni malos, que aquí el único lado malo, si acaso, es el de los que trabajan concienzudamente por separarnos en bandos o facciones irreconciliables, el de los que levantan muros, creo que sabes por donde voy. Hoy es sábado y he comprado el ABC por su suplemento cultural. Mañana es domingo y compraré El Mundo por su suplemento de Crónicas. Tan sencillo como eso. Y, por favor, no me mires como si fuera un fascista peligroso. Mis ideas apenas han cambiado en los últimos cuarenta años, me sigo considerando socialdemócrata y no he votado ni pienso votar nunca a la derecha, puedes respirar tranquila”. Mi cuñada asiente con la cabeza, pero, tengo para mi, que no está nada, pero nada, convencida de lo que le digo. ¿Qué le vamos a hacer?

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