El vuelo del águila

Juan Alberto Campoy
 
Tanto tiempo, tantos años moviéndome entre la razón y la sinrazón, tantos años temiendo caer en el abismo de la locura, y ahora, completamente sumido ya en ella, me doy cuenta de que no había nada que temer. ¿Qué me importa que me llaméis loco? ¿Qué me importa que os riáis de mí? Mi espíritu vuela libre, sin atadura alguna, mucho más allá de las normas y las convenciones humanas. Ahora accedo a zonas de la realidad que me eran completamente desconocidas. Ahora frecuento las regiones del sueño, del deseo y de la fantasía. Llamadme loco si eso os place. Mi propia felicidad no depende de lo que vosotros digáis. Soy un águila, y a  las regiones celestes en las que me muevo no llegan vuestros vituperios, ni vuestras burlas. Aunque, como un águila, puedo, si esa es mi voluntad, planear a baja altura e incluso posarme en tierra. Vosotros, sin embargo, pobres ratoncillos, estáis condenados a arrastrar eternamente los pesados fardos de vuestras vidas. 
Ni el consuelo ni el descanso os estarán permitidos nunca.    

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