José Pastor González
manos sucias
de escarbar la tierra
de agarrarse con las uñas para no caer
de levantarse mil veces tras mil caídas,
sucias de pelear, de amar, de rebuscarse en los bolsillos, de encender el fuego.
manos sucias
como sarmientos, como navajas, como garras, como palas.
manos forjadas en caminos, bares, trabajos, caricias,
manos de artesano, de jornalero, de obrero,
encallecidas
rasposas
de sangre caliente,
manos con olor a barro, a nicotina, a sudores, a placeres,
moldeadas en heladas invernales
en días de lluvia, en amaneceres imposibles.
sucias manos que juegan a sombras chinescas
a veces acusadoras, insistentes, insolentes, impulsivas
otras, cariñosas, libertinas, divertidas.
manos sucias para tocar, para amar,
para señalar la última salida
o para imitar a Wilko Johnson.
sucias manos libres
en alto
o a la espalda, escondidas, vacías.
manos sin linea de la fortuna
pero con sabañones, con cicatrices, con arrugas, con recuerdos,
e instinto animal.
manos que nunca rezaron
ni alzaron banderas
y a las que no se le cayeron los anillos
porque nunca los tuvo.
manos sucias para decirte no
para mandarte a la mierda
para dispararte,
manos para sumar y restar
para decirte que te vengas
para dibujarte un corazón en el vientre
o para agarrarte cuando vas a caer.
manos sucias
para mantenerse en pie
para sostener sueños
y recoger realidades.
manos impuras
ni inocentes ni culpables
solo unas manos sucias
y vivas.