José Lorente Guillén
A cierta hora la noche se colapsa y asistimos
a la sordidez de todo lo romántico,
la certeza
de que ninguna pérdida podrá salvarnos.
Somos tubos de aire,
somos descontento mal disimulado.
El ron, la música y la belleza son ropas
para cubrir huesos de pájaro.
No hay nada más que un mal sueño,
nada sino el acecho
de un monstruo mediocre, la mentira
de la vida diurna.
Deseamos quedarnos aquí
en este simulacro de habitación sórdida
a las cuatro de la mañana,
en el instante mágico de entender
que no había nada mágico.