Nancy Baluarte
Tengo el privilegio y el orgullo como maestra de literatura de haber conocido en las aulas del Colegio Antonio Raimondi de Lima, Perú a Fernando Morote quien nació en Piura en 1962 pero es más limeño que la mazamorra morada. Lo que más disfrutaba en el colegio era escribir, como él mismo lo afirma a críticos en entrevistas y comentarios sobre su obra. En esa época no hablaba mucho; era callado, risueño, más bien tímido y con gran sentido del humor. Eran los años del 70 al 80, época del gobierno militar y del toque de queda. Sus amigos lo recuerdan por juguetón, humorista, un grande del surf, creativo, dibujante, bueno como el pan, proclive a colocar chapas a sus amigos y maestros. Actualmente reside en Nueva York, desde donde me hizo llegar el ejemplar y la carátula de su reciente obra “Melodías en la orquídea”. He leído sus relatos a saltos una y otra vez. Me atrapó la ironía, los peruanismos, lo ágil de su prosa, su espíritu irreverente, la ciudad urbana, donde aborda diversos temas que nos conecta con la Lima bohemia, enigmática y peligrosa, así como con el distrito de Barranco y sus bares, y los entresijos del mundillo editorial que conoce muy bien. Cada micro relato supone una lectura distinta, no sólo por su forma sino por su fondo y porque requiere del lector una atención particular. El sarcasmo en sus títulos tiene la virtud de dejar al descubierto la servidumbre humana, el lado oscuro de sus personajes nada convencionales.
El libro se compone de una primera sección, “El salón de los rechazados”, que no es sino una conferencia, donde nos relata y argumenta las peripecias vividas para editar y difundir su ópera prima en un medio adverso y comercial. El autor nos deja una enseñanza: una cosa es adaptarse y otra prostituirse. Al final de la exposición dice: “Soy un escritor rechazado y mi nombre es Eugenio. Muchas gracias a todos por estar aquí”. El segundo cuento, “La toalla manchada de sangre”, es un paseo por Barranco, un barrio bohemio de Lima que nos permite regresar a sus calles y paseos citadinos de ayer y hoy. El tercer título, “El país de los feos”, es una serie de 18 textos o micro relatos, que inicia con unos versos a “Lima Mía”, que nos recuerda el valse Lima de Octubre, cantado por Los Troveros Criollos y que transcribo porque nuestro narrador se desnuda emocionalmente:
Lima Mía. Ven conmigo mi amor. Sabes que no nací de tus entrañas, pero te llevo clavada en las mías. Me viste crecer, corriendo olas en tus playas. Soy parte de tu historia recorriendo avenidas y jirones. ¡Qué balcones! No puedo resistir a tus encantos. Eres perfecta para mí. Aunque a veces me enfureces, nunca me aburres. Juntos hemos superado terremotos y resuelto nuestras crisis. Adoro tu río, tu puente y tu alameda. Ven conmigo, Lima querida. Donde estoy, tú estás. Porque sigues en mi corazón como el primer día, más que siempre.
¿Qué es el libro “Melodías en la orquídea”? Un texto con dos cuentos extensos y dieciocho micro relatos contenidos en la última parte bajo el título “El país de los feos”. En esta parte nos acerca a lo que significa ser peruano para una persona que se encuentra en conflicto con sus raíces. Las palabras Orquídea y Melodía son un ritmo y una textura, dice nuestro escritor en una entrevista; yo agregaría si la carátula y el color de la orquídea morada, ¿no nos recuerdan acaso el hábito de los devotos limeños en la feria y procesión del Cristo de los temblores? ¿Habrá una reminiscencia numérica al 18 de Octubre, día que se inicia la primera salida del Señor de los Milagros desde Las Nazarenas? Y la orquídea púrpura, flor que se asemeja a los órganos sexuales, símbolo de la fertilidad y del erotismo, ¿va en sintonía junto a los títulos irreverentes de sus otras obras como “Los quehaceres de un zángano”, “Polvos ilegales, agarres malditos”, “Brindis, bromas y bramidos” y “La cocina del infierno”? A todo esto debemos agregar su estilo irónico, audaz, mordaz, burlón y provocador. En su obra advertimos la influencia de Bukowski por lo irreverente, de Somerset Maugham por la caracterización de sus personajes marginales siempre al filo de la navaja, de Julio Ramón Ribeyro por el incentivo necesario para animarlo a seguir escribiendo cuando estaba decepcionado y deprimido.
Para terminar este comentario y porque debemos leer a Fernando Morote mencionaré a Oswaldo Reinoso y “Los inocentes”, obra que leyó tardíamente y dijo en una entrevista lo siguiente: “Soy Cara de ángel brillando en el arte de la manipulación, soy El Príncipe dejándose engañar por su multitud de complejos, no me atrevo a decir que soy Manos Voladoras, pero algo de su sentido del humor he heredado. Soy Carambola, soy Choro Plantado batallando estoicamente en su proceso de rehabilitación, soy Rosquita buscando refugio a su soledad en los lugares más sórdidos de la ciudad, soy Colorete orinándose de miedo ante las mujeres”.
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Nancy Baluarte, profesora de lengua, literatura y economía, y ex-coordinadora general del Colegio Italiano Antonio Raimondi de Lima, Perú. Autora del ensayo “Eguren, el poeta del color” (2013).