Marcos Tabossi
Gata y Tigre son los protagonistas de “Besos Felinos”, el último libro de Estefanía Farias Martínez. Ellos son dos felinos excitados que cada vez que se acercan te harán recordar que la sexualidad es mucho más que el sexo, y que el cuerpo está inundado de zonas erógenas que, probablemente, hayas olvidado con el tiempo.
Ella, la Gata, le habla a su Tigre y permite que nosotros, los lectores, seamos testigos silenciosos saciando nuestra pulsión voyeurista.
Gata y Tigre se comportan como si supieran que hacer gozar al cuerpo es igual que ejercitar un músculo: cuando dejamos de hacerlo se atrofia, se oxida, y de a poco, se va inhibiendo, se va apagando. Cuando el acto sexual se vuelve monótono, repetitivo y mecánico, ya no podemos distinguir un coito de otro, y todos los coitos son el mismo. La autora, en esta serie de relatos eróticos, singulariza la experiencia y nos hace vivir cada beso como único, distinto al resto.
Estos felinos, que bien podrían ser novios, amantes, matrimonio, o simplemente partenaire sexual, parecen llegar vírgenes a cada encuentro. Aunque tengan sexo en el auto, en el cine, en la oficina, en el sauna, en el ascensor, en la Iglesia, y en un largo etcétera, son, en cada escena, dos vírgenes. Vírgenes de sensaciones: están puros, inmaculados. Dos cuerpos a estrenar. Dos cuerpos que se descubren y se exploran como la primera vez. Dos cuerpos que se comportan como chicos, abiertos a percibir todo lo que pueda registrarse. El placer sexual, para Gata y Tigre, está en los olores, en la voz, en el gusto, en el tacto, en ser (o no) vistos, en el riesgo, en la transgresión y en el juego.
Freud, a principios del siglo XX, ha sido fuertemente cuestionado por sus teorías sexuales infantiles. Sostenía que la sexualidad es un concepto mucho más amplio que la genitalidad y que tiene sus comienzos en la primera infancia y no en la adolescencia, como se creía, tiempo en que maduran los órganos genitales. La pulsión sexual puede satisfacerse en cualquier zona del cuerpo que esté lo suficientemente estimulada (por eso, cualquier zona puede convertirse en erógena). Los infantes, ante la imposibilidad física de obtener el máximo placer en la zona genital, abren otros canales de acceso al goce. Una vez desarrollado el cuerpo, muchas de las zonas erógenas quedan relegadas -reprimidas- hasta el olvido. Gata y Tigre son como infantes, no se privan de ninguna apertura posible al placer.
La autora, con maestría en el arte de la metáfora, describe con innumerables giros poéticos cada encuentro sexual. Eleva el acto del hombre muchas veces definido como el más instintivo y animal, y lo transforma en una expresión artística cargada de representaciones bellas. La pluma de Estefanía se desliza con talento, con agilidad, con astucia y con la seducción necesaria para lograr, sólo con caracteres impresos y sin perder el criterio estético, su cometido. Como si ella misma fuera la Gata.
—