Editorial Cuadernos del Laberinto
P.— “Optimismo radical” es su nuevo poemario que acaba de llegar a las librerías y que nos ofrece un compendio de amor al prójimo y a uno mismo. Háblenos de qué pasaba por su cabeza durante la creación del mismo y cómo definiría usted mismo esta obra.
Durante el proceso creador del libro vivía una época feliz, sin duda. Todo me iba muy bien. Pero lo cierto es que siempre he sido bastante optimista. Es parte de mi carácter. Tengo la fantasía de que la vida me regala todo aquello que busco con afán. No me refiero a trivialidades, sino a deseos profundos. Si es importante para mí, el universo me lo trae. Raramente esto no sucede y si es así, le veo el lado positivo también. Es decir, pienso que gracias a que no llegó lo que en ese momento consideré importante, pudieron aparecer otras cosas también importantes. Es un poco loco, lo sé, pero este pensamiento mágico me va muy bien. Las creencias positivas ayudan a alcanzar nuestros propósitos. Cuando escribo poesía me pasa algo parecido. A menudo no tengo ni idea de qué voy a escribir. Más bien, me pongo en disposición de crear y siento el deseo de escribir algo que merezca la pena. Puede aparecer inmediatamente la idea o tardar un rato, pero si la necesidad está, el poema aparece. Respecto al amor al prójimo y a uno mismo, me recuerda al segundo mandamiento: “ama a tu prójimo como a ti mismo. Y eso me lleva a otra cita bíblica, “de la abundancia del corazón habla la boca”.
P.—¿Podría decirse que “Optimismo radical” es auto-ayuda en poesía?
No. El término auto-ayuda no me gusta mucho. Mezclar la poesía con la auto ayuda no me parece buena idea. Lo que a veces hago con la poesía es más bien auto conocimiento, exploración de mi personalidad, de mi carácter, quizá de mi neurosis, dado que estoy bastante interesado también en la psicología. En cualquier caso, utilizar la poesía como forma de autoconocimiento es algo tan antiguo como el propio género lírico. Quizá pueda entenderse que el libro está lleno de mensajes positivos, como no podía ser menos con semejante título, o con semejante actitud vital: la vida, con lo bueno y con lo malo, es un regalo. Eso incluye saber aceptar las cosas difíciles que a veces nos trae.
P.—¿Qué ha cambiado en su poesía desde su anterior libro “Confianza”, cómo es su evolución?
Confianza es una palabra que está mucho en mi vocabulario. Confío en la vida, confío en las personas, confío en mis decisiones… En aquel entonces confiaba en que una relación en la distancia iba a salir bien, y no fue así. Así que también aparecía en ese poemario la tristeza por lo que no pudo ser. Claro, que a mí me cuesta quedarme en la tristeza. Esa es la sombra de mi personalidad, que siempre me ha resultado difícil hacer bien los duelos, o transitar las despedidas. Y es posible que me deje asuntos pendientes. Respecto a mi evolución, la exploración poética me ha llevado por nuevos caminos. Aunque mi poesía no es nada retórica, he comenzado a explorar el mundo de las metáforas y las personificaciones. También juego más con la ironía y el humor. Y aunque en este libro también hay algo de poesía amorosa, desde luego no es el tema central, como lo era en Confianza.
P.— ¿Cómo es el proceso de situarse ante el folio en blanco y que la creacíón nazca?
Un misterio. A veces termino el poema y me pregunto si realmente he sido yo el que lo ha escrito. Trabajo mucho con las asociaciones. Así a menudo antes de escribir me pongo a leer poesía. Y leyendo, me viene alguna asociación a la cabeza y brota la idea. Al mismo tiempo, no que quedo esperando a que me llegue la inspiración por arte de magia. Me hago el propósito de escribir a diario y le dedico tiempo y bastante esfuerzo. Y por supuesto, tengo que pulir y pulir el poema. Aunque mis poemas den la sensación de espontaneidad, no son espontáneos en absoluto. Están muy trabajados.
P.—¿Por qué es la poesía tiene esa fama de ser un género minoritario?
Hay un tipo de poesía realmente minoritaria, igual que hay un arte intelectual que no llega a cualquiera. Pero también hay un tipo de poesía que el lector general aprecia y que tiene repercusión. Es decir, que lectores de poesía los hay a miles. En todo caso, mi poesía tiene vocación de no ser minoritaria, sino más bien escribo poesía accesible incluso a los lectores no habituales de poesía.
P.—¿Qué es para usted lo más gratificante y lo más frustrante de escribir poesía?
Cuando tengo la sensación de haber escrito un buen poema, me pongo feliz. A mí me gusta mucho madrugar para escribir y cuando surge un poema que me deja satisfecho me alegra el día. La poesía me pone contento, literalmente.Lo más frustrante suele ser intentar publicar. No suele ser tarea fácil. Pero cuando yo me propongo algo, solo es cuestión de paciencia.
P.—¿Hacía dónde te gustarían que fueran tus pasos como escritor?
No tengo muchas expectativas. Me conformo con disfrutar en el día a día escribiendo. Me viene a la cabeza una cita de Pessoa: “Si lo que escribo tiene valor, no soy yo quien lo tiene:el valor está allí, en mis versos. No hay nada, en todo eso, que dependa de mi voluntad”. Voy a seguir explorando, a ver qué me depara la poesía, que ha sido y sigue siendo, una compañera de vida.
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