Carlos Fabián Ruiz
Foto: Adely Madrid
Aguardaban ser atendidos en una oficina pùblica. Los hombres, aunque no se conocìan, hablaban como viejos amigos. Acaso la amistad sea obra de la afinidad; los grandes amigos alguna vez nacieron de una primera charla. A juzgar por los semblantes ambos vivìan situaciones lìmite. Uno dijo tener problemas con su esposa, confesò amarla hasta el delirio. No precisò si era correspondido, pero todo hacìa suponer que no. El otro señor, en cambio, dijo estar muy enamorado
-Hoy verè a Marìa en el lugar de siempre, ella me espera los martes, serè puntual, llevarè flores, la amo màs que a nada en el mundo.
El señor que hablò primero le preguntò:
-¿Si la amas tanto por que la ves sòlo los martes, acaso el secreto del amor eterno es extrañarse los demàs dìas?
De repente fueron llamados de diferentes despachos y no volvieron a verse. Màs tarde, el hombre que sufrìa por amor pensaba en la fòrmula del hombre enamorado que conociò por la mañana, creyò que tambièn a èl podrìa resultarle. Por otro lado, el eterno enamorado, como todos los martes, iba a llevarle flores a Marìa …
El chofer detiene el taxi y le pregunta:
-¿Señor, lo espero aquì o debo ingresar al cementerio?
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Felicidades Carlos. Escribes genial.