Harry Rainmaker
Con los ojos entrecerrados y la cabeza echada para atrás, dejaba que ella lo trabajara arrodillada entre sus piernas. Cuando logró enfocar, vio que su vecina fisgoneaba por la ventana con las manos bajo la falda y sonrió. Y en ese momento se corrió en su boca. No en la de ella, ahí, sino en la de su vecina, allá, tras los visillos.