Miguel Baquero
[carta primera]
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Medlebrún, en la frontera oeste de la civilización
Día tercero de la cuarta luna del año 527 d.d.c
(desde la domesticación del caballo).
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Mi querido maestro:
A día de ayer he llegado a este lugar, después de larga y fatigosa travesía y después de múltiples calamidades, que sería prolijo detallar. Baste decir que, cuando cruzaba las montañas, a la sazón cubiertas por la nieve, aquel buen mulo con el que salí del seminario reventó de frío y de cansancio. Imbuido, no obstante, por la grandeza de mi misión, seguí a pie el camino adelante, pero quiso la suerte (mala suerte en este caso) que cayera sobre mí una de las muchas bandas de salteadores que acechan estos pasos. Dicha banda me despojó de todo mi equipaje, así víveres como vestuario, de tal manera que no exagero a vuesa señoría si le digo que cuando alcancé el valle me encontraba desnudo por completo, depauperado y aterido.
Encontré entonces, a la vera del camino, un monasterio, a cuya puerta me llegué a pedir auxilio. Me abrió el padre portero y, al verme de aquella guisa, sin efectuar preguntas me hizo pasar al interior, me llevó al patio y corrió luego a tañer las campanas, convocando urgentemente a la congregación. Se trataba de la muy antigua, muy practicante, y muy numerosa además, orden de los padres sodomitas. Entre ellos estuve quince días, hasta que pude reemprender camino. Lo cual fue una madrugada, furtivamente, y ataviado, puesto que no pude encontrar otra ropa, con uno de sus típicos hábitos abiertos por el culo.
Así fue como llegué hasta Medlebrún, y como me presenté en el lugar de las excavaciones. Me encontré allí a un buen número de gente, atareada en la pica y desempolvo de unas ruinas; según me vieron llegar con aquella vestimenta, todos, sin excepción, tomándome por un monje sodomita verdadero, se enderezaron al instante y formaron en un círculo cerrado. Me asombraron, en verdad, tales muestras de respeto, pero al fin, y por las señas que les di, las cartas de presentación de vuesa señoría y otros detalles de nuestro seminario, se deshizo el malentendido y accedieron a darme alojamiento. Aunque un tanto apartado del común, ésa es la verdad. Mañana iré a visitar, por primera vez, el yacimiento arqueológico. De los estudios que haga, hipótesis que siga y conclusiones a las que llegue, huelga decir que le mantendré informado. Entretanto, beso a vuesa señoría la nuca, como es preceptivo y en señal de respeto.
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Del libro Diez cuentos mal contados, de Miguel Baquero. Col. ACVF Relata 2.
Autorización exclusiva para Periódico Irreverentes por gentileza del autor y de ACVF Editorial
© 2015, Miguel Baquero y ACVF Editorial
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Miguel Baquero (Madrid, 1966) es autor de novelas y cuentos y está considerado un maestro de la narrativa de humor. Entre sus obras, los lectores y la crítica han destacado los Diez cuentos mal contados y Vida de Martín Pijo. Fino articulista de actualidad y crítico literario, es asimismo autor de numerosos ensayos breves. Ha sido redactor jefe de la revista digital Literaturas.com y sus textos se han publicado en numerosos medios. Desde 2008 hasta 2011 mantuvo dos de los blogs literarios más frescos del panorama literario español, A esto llevan los excesos y El mundo es oblongo, integrados en los dos volúmenes de Amigo bloguero, con el que volvió a romper moldes.
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